Sentirse en casa después del Erasmus
La vuelta a casa se ha hecho extraña desde que se acabó mi "Erasmus". Aunque ya ha pasado casi un año, no es como era antes de marcharme. Ahora hay una desconexión con eso que solía ser familiar. Mi ciudad, el lugar en el que crecí, ya no ocupa ese espacio único en mi corazón. Ahora, mi casa se encuentra entre lugares lejanos, en calles de ciudades europeas y en esos amigos que ahora están esparcidos por el mundo. Cada sitio, experiencia y pequeño detalle en mi vida diaria desencadena un recuerdo o una comparación involuntaria con esos meses idílicos. La vida sigue su curso, y aunque esos momentos de intercambio parezcan aislados en el tiempo, sus efectos perduran en mí. Ahora, mi hogar se extiende más allá de las fronteras físicas; se encuentra en Barcelona, con los de siempre, pero también en los canales de Ámsterdam, las despedidas en aeropuertos y, sobre todo, en esas personas que conocí durante esos meses inolvidables a las que tengo el honor de llamar familia.
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