Yo creo que primero fue la treta
Vamos, no es que lo crea, estoy convencido de ello. En esto de la política, tuvo que ser, la treta, el arma elemental del hombre elemental (primitivo) para conseguir su afán.
Lógicamente, siendo cosa del hombre, con el hombre evolucionó, y de la treta a la “ciencia que trata…” pasó.
O sea, que, de la ingenua treta, definitivamente, se ha pasado a la treta científica, para engañar, embaucar.
Tratando de seguir así, a grosso modo, su evolución, al principio hubo de ser a lo bestia, sin sofistificación alguna. El salto fundamental, también estoy convencido, lo dio con Jesús de Nazaret. También convencido, el Einstein de la política.
Ahí sufrió un giro radical la política. Del “convencer” a garrotazos o, añádase el “-azos” al arma que quieran, que exige tener siempre el garrote, o el arma que sea, dispuesto/a para que nadie se descarríe; al arma, científica de la palabra: Una vez convencido, para siempre sometido.
Jesús de Nazaret, para mí, sin duda alguna ha sido el político más brillante ¡y ambicioso! que ha existido, hasta ahora. No se anduvo con tonterías de cercanías, o lejanías más o menos, ¡no! Su pensamiento ni siquiera estuvo limitado por el mundo conocido, ¡qué va! Ya todos saben a partir de ahí...
Coño, a partir de ahí, iba a decir, ha de ser muy difícil, por no decir imposible, que alguien llegue a su nivel, por eso de que la realidad, cada vez más, se impone a la ingenuidad, ¡pero! Me frené en el acto. ¡No, no! La tecnología actual, y no digamos la que está aquí mismo, a la vuelta de la esquina, te puede convencer de las cosas más absurdas.
He visto, como cualquier otro que haya querido verlo, cómo, por ejemplo, el mago ese del Got Talent internacional acojona al jurado y asistentes, acercándoles dinosaurios que ha creado en el escenario. De manera que...
¡Jo! Es que no dejo de interrumpirme con mis propias ideas. ¡Y de asombrarme!
En la política, lo que se puede conseguir con un simple, en su concepción, pero desorbitado en su aplicación, cinismo de campeón.
Y de la muestra el botón, ¡en esta propia nación!
Qué cabreo y desazón.
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