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El hombre de la conciliación se ha ido

22 de Diciembre del 2010 - Avelino Lopez Díaz (Oviedo)

Pero quedará su ejemplo después de tantos años de exilio y dolor en tierras aztecas.

Rafael Fernández fue un ejemplo para los cientos, los miles de jóvenes asturianos que se incorporaron al socialismo militante, los que buscaron en él la figura que diera sentido a la militancia de un partido, en el que fue el miembro más joven de aquel Gobierno de Asturias y León, lo que se llamó «un ministrín».

Compartí con Rafael muchos mítines en la transición. Muchos viajes en coches destartalados por caminos de cabras y lugares ignotos.

Algunos muy recordados como aquél de Avilés cuando se había perdido un niño entre la multitud y Felipe estentóreo gritó desde el escenario: «Compañeros: el niño no está perdido, está entre socialistas». Y Rafael daba una calada a la cachimba y reía la ocurrencia del líder. «Este Felipe...»

Aquel día compartí escenario con Rafael y con Honorio Díaz y con Luis Gómez Llorente, y conmigo se abrían los actos para dar calor mitinero al evento: «Ni rejas ni fronteras». Aquella frase pronunciada por Felipe en Gijón cuando aún no éramos legales.

Rafael se fue, pero nos deja su memoria en la recuperación de las libertades, en un país que aún andaba a la greña por ideologías y hechos pasados.

Fue en el bar La Vela de Sama, una noche del mes de junio, cuando compartíamos mesa el propio Rafael, Pura Tomás, Luis Gómez Llorente y algunos otros militantes.

Allí recordó cómo, el día de su boda con Pura, el general Queipo del Llano se empleó a fondo desde los micrófonos de Radio Sevilla para criticar según el uniformado, los oropeles en los que estaba envuelto el oficio. «Cuatro trapos para la ocasión y unos vinos para compartir con los compañeros», dijo ese día Rafael.

Eran tiempos difíciles y ya gobernaba Felipe. Los trabajadores se manifestaban por las calles de Oviedo pidiendo mejoras salariales.

Yo cubría el evento, ya en ese otro menester que son los medios.

Le pregunté a Rafael si aquello tenía sentido en un momento tan delicado –como el de ahora– para la economía nacional. «Hay que presionar para que no nos tomen el pelo». Las hemerotecas guardan ese comentario que me hizo a las puertas mismas de la Audiencia Provincial.

En 1977 viajamos mucho en coches que más asemejaban tartanas para llevar el programa socialista allí donde acaso nunca las nuevas generaciones habían oído hablar de esto.

En aquel mitin de la Exposición, celebrado en junio del setenta y siete, cubrían el acto dos periodistas que son santo y seña de la profesión en Asturias: José Manuel Vaquero y Luis José Ávila.

El primero me presentó a Felipe en un salón del hotel Luzana. Ávila estaba presente: «Es el cantautor del partido en Asturias». Y ya me enrolé en la troupe del partido.

Un banderín de enganche del Frente Cultural que dirigía Alfonso Guerra.

La última vez que vi a Rafael fue paseando por el Parque de Invierno, junto a su inseparable compañera. Mantenía bien las constantes. «Mira este Avelino», comentó al verme.

Y se nos ha ido, pero a buen seguro que, conociéndole como le conozco, andará por allá, por los los cielos insondables, bromeando con mi homónimo Cadavieco sobre cómo financiar tal o cual campaña, que sin ellos nunca pudiera haber sido.

Hasta siempre, compañero. Hoy fumaré un cuarterón en tu honor en esta pipa de boj. Por la paz, el amor, el socialismo.

Por ti, que nos supiste inculcar los principios básicos de esas ideas.

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