Bueno es el soñar
Para Freud el inconsciente era el punto de partida de los sueños. Y estos eran susceptibles de una interpretación pues eran como un producto lleno de sentido. Ahora bien, hoy la neurociencia (Antonio Damásio, por ejemplo) corrige y amplía el concepto del inconsciente de Freud, y afina así muchas de sus ideas sobre él. El inconsciente aparece como un proceso más amplio, positivo; pero también no guiado por el sujeto y donde la imaginación se desenfrena y la realidad se sacrifica. Mágico mundo para muchos que han buscado en los sueños la fuente de su inspiración.
Y hablando de los sueños, me siento obligado a volar hacia Palo Alto (California), donde los discípulos y amigos del singular Fritz Perls nos ayudaban con su psicoterapia a recordar nuestros sueños y a ese darnos cuenta curativo. Los sueños eran para él la expresión más espontánea de nuestra existencia, una obra de arte, un fragmento de nuestra personalidad con el que debíamos hacer una persona entera. Nos hacía darnos cuenta de quiénes éramos.
Bueno es que no temamos nuestros sueños, y bueno también sería dejarnos dirigir por nuestros sueños diurnos. Pienso que contribuirán para que podamos funcionar de la manera más apropiada. En un mundo con un materialismo tan asfixiante nos ayudarán a romper esta pobreza espiritual con una confianza ilimitada. Bueno es que nos dejemos dirigir por nuestros sueños. Soñemos despiertos. El miedo humano no tiene otra respuesta.
Por algo mis sueños diurnos no son meramente simbólicos. Siempre pasan por Noreña, Faedo, Somiedo y Guillén Lafuerza. Siempre recurren a los demás.
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