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Valdediós, consumatum est

13 de Febrero del 2009 - Alberto Torga y Llamedo

El domingo 25 de enero concelebré con los monjes cirtercienses de Valdediós la que sería la última misa «conventual», pese a que no salí en la foto (¿trucada?) de LA NUEVA ESPAÑA del día siguiente, fecha en que se habría firmado el decreto del Vaticano por el que se suprime el priorato conventual de los cistercienses de Valdediós.

«Consumatum est!»: Todo ha concluido. La restauración del Císter en Valdediós ha terminado con gran disgusto de tantos asturianos, especialmente para los que pasamos en Valdediós varios años de nuestra vida de estudiantes: de los 13 a los 15 años de mi adolescencia realicé los cursos 3.º y 4.º de Latín y Humanidades, en los años del hambre (1946-1948), en aquel caserón inhóspito que habían fundado a finales del siglo XII los monjes del Císter en el Valle de Dios, hasta que en el siglo XIX fueron expulsados por la nefasta política desamortizadora de Mendizábal.

Desde entonces el edificio había sido dedicado a diversos usos, entre otros, a colegio diocesano y seminario. En él combatíamos el frío a base de patadas en aquellos partidos de fútbol con una pelota de goma en el claustro de abajo, y el hambre, lanzando el balón a la pomarada, cuando jugábamos en el campo, para salir atacados de manzanas los muchos que íbamos a buscarlo. Fueron años difíciles, de hambre, de sabañones, de escasez…, pero que nos curtieron y nos dieron una reciedumbre que luego nos ha hecho sensibles a los problemas de la gente. Pero no todo era negativo: tengo un recuerdo imborrable de aquellos magníficos profesores, que personificaré en D. Juan Bautista (párroco a la vez de San Pedro de Ambás), que nos familiarizó con los discursos de Cicerón, que traducíamos del latín, y nos hizo interesarnos por la literatura española en unas clases verdaderamente magistrales.

Cuando el edificio dejó de prestar servicio como seminario, cayó en el más completo abandono y fue deteriorándose hasta que el buen hacer del Gobierno regional y del Ministerio de Fomento, con Cascos a la cabeza, iniciaron la restauración, que completaron los monjes del Císter, que llegaron de nuevo en 1992, llamados por D. Gabino Díaz Merchán, para dar nueva vida al cenobio. Desde entonces Valdediós era un centro de espiritualidad y de cultura para todo el Principado de Asturias.

No se sostiene el motivo aducido para suprimir la presencia del Císter en Valdediós, en el sentido de que se trata de un grupo muy pequeño, con sólo tres monjes profesos solemnes y un oblato temporal, pues el prior, Jorge Gibert, entregó el año pasado para la memoria anual del Círculo Valdediós un artículo en el que citaba una decena de cenobios cistercienses que se encontraban en situación numérica similar e incluso inferior.

Como no hay una información adecuada y convincente, todos son conjeturas. Lo que sí es cierto es que el que fue hasta el 8 de enero arzobispo de Oviedo y actualmente arzobispo preconizado de Valencia y administrador apostólico de Oviedo, D. Carlos Osoro, tiene recambio preparado: la Comunidad de San Juan, una orden religiosa francesa de reciente fundación.

Lo primero que supe de ellos fue una noticia que publicó LA NUEVA ESPAÑA el 16 de agosto de 2007, dando cuenta de que tres religiosos de esta comunidad llegaron a Gijón en sendos yates, procedentes del puerto francés de La Rochelle, acompañando a 30 jóvenes peregrinos a Compostela, que, por supuesto, no eran ni obreros ni campesinos.

Subtítulo: El motivo aducido para suprimir la presencia del Cister no se sostiene

Destacado:Con todos los respetos para el Arzobispo me parece una falta de respeto al clero diocesano nombrar responsable de la pastoral universitaria a un sacerdote recién llegado y de una congregación desconocida

La otra noticia fue que llegaron a Oviedo hace ya algunos meses tres miembros de esa congregación, instalados provisionalmente en la casa parroquial del Naranco, y que D. Carlos había nombrado a uno de estos sacerdotes de extraña vestimenta responsable de la pastoral universitaria.

Con todos los respetos para el Arzobispo, me parece una falta de respeto al clero diocesano y a la institución universitaria nombrar para ese cargo a un sacerdote recién llegado y de una congregación desconocida hasta ahora entre nosotros, teniendo en cuenta además el fracaso de experimentos similares, como fue el caso de los estrafalarios Heraldos del Evangelio en Covadonga, la comunidad de Los Cabos de Pravia o las seudo-monjas del Lumen Dei en el palacio arzobispal.

Por otra parte, según los medios de difusión, hay buscado acomodo para los monjes profesos solemnes expulsados de Valdediós. Pero me gustaría saber si D. Carlos ha pensado en una solución para el oblato temporal Javier González, enfermo y sin más familiar que su madre anciana y también enferma. Es un deber de caridad cristiana.

Una pregunta que me gustaría hacer para terminar es: ¿cuánto tiempo permanecerán estos religiosos de la Comunidad de San Juan en Valdediós? Como no son monjes, sino religiosos, con vocación de vida activa -incluida la de peregrinos del mar-, veo difícil que permanezcan mucho tiempo en el apartado caserón del Valle de Dios.

En el caso no improbable de que estos religiosos lleguen a abandonarlo, ¿que será del edificio? ¿Volverá a caer en el abandono o será destinado para hotel rural, parador de turismo u otro destino similar?

Alberto Torga y Llamedo es

sacerdote jubilado en Nava

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