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¿Catástrofe? No, como la gripe de todos los años

17 de Noviembre del 2008 - Florentino Fernández Ruiz (Mieres)

Los tres sistemas capitalistas más influyentes del mundo, EE UU, Japón y Europa, formaron la trilateral en 1973 con el objetivo de buscar el entendimiento y la cooperación entre las tres potencias y una defensa a ultranza de la liberalización comercial y financiera, eliminando cualquier obstáculo a la internacionalización del capital.

Por otra parte, nació el Club de Roma, para asustarnos y avisarnos de los peligros que corre la civilización actual en su relación con la naturaleza y el propio género humano. Todo ello fundamentado sobre tres pilares: fe ciega en el mercado, en el dinero y en el consumo; y tres mandamientos: rentabilidad, oferta y demanda. Todo para desarrollar un capitalismo universal, que por muy evidente había que obviarlo y denominarlo globalización.

Uno de los primeros obstáculos derribado fue el Muro de Berlín y los estados socialistas del Este, aniquilados sistemáticamente con las mismas falacias que las armas de destrucción masiva que sirvieron para arrasar Irak y/o cualquier que se ponga en su camino. Eliminados los obstáculos se han quedado solos en el campo de batalla, sin enemigo al que cargarle las culpas de sus contradicciones internas.

Los sistemas capitalistas del mundo, entre ellos el socialdemócrata europeo desarrollado, debido a la proximidad de los países comunistas, unificaron criterios para evolucionar hacia el tipo de capitalismo depredador de los EE UU, amparados en el liberalismo más salvaje que hizo soportar en estos últimos años un proceso de desregulación y que va dejando a los trabajadores o ciudadanos ante las colas del Inem.

Trilateral, Club de Roma, G-8, ONGs, etcétera, todos desarrollando eufemismos al servicio del nuevo imperialismo, para dejar a salvo el verdadero artífice de las crisis: el sistema capitalista.

A pesar de todo, parece que la catástrofe la tenemos encima, todos la reconocen pero no como el nuevo imperialismo sino con un eufemismo más: «hipotecas basura». Faltaría más que no fuéramos los ciudadanos morosos los culpables.

Los que estamos engrosando las colas del paro y no podemos pagar la hipoteca, hemos generado una crisis de tal dimensión que hemos acojonado a los que tiene un arsenal de armas como para destruir el mundo mientras se toman el té de la tarde, a los que tienen una hegemonía económica y militar para abrir o cerrar mercados donde quieran y tienen un contable de máxima fiabilidad para llevar sus cuentas: el Fondo Monetario Internacional.

Hay algunos que piensan que la coartada es demasiado aberrante y optan por la versión de que hay una economía real y otra virtual especulativa y esto hay que invertirlo. Los sindicatos y partidos, como casi siempre, se limitan a contabilizar «víctimas» diciéndonos lo negro que está todo, como si no tuviéramos bastante con el Club de Roma para asustarnos.

Como en casi todas las crisis se pone en evidencia la incapacidad del capitalismo para transformar la sociedad. No son capaces de generar actividad social, de asimilar las nuevas tecnologías como no sea para sustituir hombres por máquinas, no pueden entender la homosexualidad, el aborto, la eutanasia, la ciencia que está al servicio de mejorar y evitar sufrimiento a la gente; sin embargo, son capaces de entender la anacrónica estructura del matrimonio católico generador de malos tratos, infidelidades, etcétera, cuando el dinero y el poder es la única finalidad de la vida y los privilegios son importantes.

La crisis se resolverá cuando les pase el ataque de pánico al comprobar que el enfermo apesta pero todavía puede recuperarse. Tendrán que actualizar sus mandamientos ya que el mercado parece que sin trabajadores que generen plusvalía no funciona. Tendrán que cambiar el refrán de que el pesimismo no crea puestos de trabajo porque el optimismo tampoco. Tendrán que intercalar alguna variable que cambie la ecuación que siempre aplican para reducir costes o aumentar la rentabilidad y que automáticamente pone a los trabajadores en la cola del Inem. Tendrán que revisar que el mercado no se regenera por sí mismo. Quizá tengan que abandonar su utopía de crear empresas sin trabajadores...

Han sustituido a comunistas por islamistas, pero no ha funcionado porque no son contrarios homologables y les ha fallado la dinámica de guerra fría. El 11-S intentó acreditar el islamismo como principal enemigo para desencadenar por el principio de acción reacción la respuesta indecente y demencial de Irak, Afganistán, etcétera, que acompañada por desastres naturales com el «Katrina» ha desatado el pánico.

Mientras tanto crece el desempleo y el capitalismo hace acopio de verdaderas millonadas a costa de un Estado ya debilitado por su liberalismo. Un Estado que nació como la trilateral con el fin de armonizar los antagonismos de clase, y que manejan a su antojo.

Se han asomado al borde del abismo y se han asustado (acostumbrados como están a asustarnos) al interpretar que su Estado podría estar en la última fase de disolución del capitalismo camino del socialismo y se han apresurado a recomponerlo nacionalizando sus bancos.

De cara a la galería se convoca la cumbre de Washington para presentar el plato que nos van a hacer tragar en los próximos años. Cuando ya no existe socialdemocracia del presidente del Gobierno socialista español ha sido invitado. ¿Está fuera de lugar? No es lo mismo fusionar y nacionalizar los bancos y seguros creando un solo banco nacional que centralice el crédito y el tráfico monetario bajo el control de trabajadores en un proceso revolucionario, que hacerlo a través del FMI y desde estados controlados por el capitalismo.

Al final, los trabajadores o ciudadanos de a pie, como se prefiera, pagaremos las consecuencias de sus economías y sus guerras, como siempre. Con la complicidad de gobiernos, partidos y sindicatos que nos suavizaron con eufemismos el aumento del paro y nos dirán que no se producirá la catástrofe, que no llegará a ser epidemia. Será como la gripe de todos los años.

Florentino Fernández Ruiz, Mieres

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