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Qué bien viven los funcionarios

26 de Diciembre del 2010 - Noelia Rodríguez Cordero (Niembra (Aller))

¡Qué bien viven los funcionarios! ¡Cuántas veces habré escuchado esa frase! Lógico, quién puede mirar con simpatía a seres que trabajan sentados calentitos (véase los carteros), no corren riesgos (véase los médicos), no hacen esfuerzos (véase ordenanzas, limpiadoras), etcétera. A esos seres les dan un sueldazo y a algunos, llamados profesores, encima puentes y vacaciones como si las necesitaran. Y después de todo esto tienen el descaro de quejarse porque les han bajado el sueldo un poquitito! ¡Qué insolidarios! ¡Qué gentuza!

Pues sí, lo confieso, soy funcionaria, y peor aún, soy profesora, y a esta profesora se le han acabado los días de ser políticamente correcta. Estoy cansada de tener que escuchar sandeces de gente que no podría hacer mi trabajo ni aunque volviera a nacer.

Señores, uno tiene que ser consecuente con las decisiones que toma en su vida. Si uno decide dejar de estudiar, allá él. Si uno dice que no sirve para estudiar, allá él. Y si uno sirve, pero decide no opositar a la función pública, allá él, que para eso es pública.

Esas decisiones se toman libremente y luego hay que apechugar con ellas.

Para ser neurocirujano se estudia Medicina; para ser abogado, Derecho, y para ser controlador aéreo, los cursos y la oposición pertinente. Y como yo decidí no hacer nada de eso, ni se me pasa por la cabeza criticar el sueldo ni las vacaciones de un neurocirujano, un abogado, ni un controlador, porque yo sé que no sirvo para ser ninguna de esas cosas.

Cuando uno consigue un trabajo, de lo que sea, firma un contrato por el que se le crean unas expectativas y va construyendo su vida en función de lo que se le dice que va a ganar. Todos tenemos hipotecas, coches, hijos, recibos etcétera. Si te dicen que tu sueldo son 2.000, gestionas tu vida en función de ello, lo mismo que si cobras 1.000 o 5.000, y un gobierno no puede jugar con esas expectativas creadas cuando, por su mala praxis, le parece conveniente.

Y lo triste no es que me hayan bajado el sueldo, lo peor es que medio país se alegra de ello. Creo que hablo en nombre de todos los funcionarios cuando pido perdón por las desigualdades sociales, las desigualdades intelectuales, la falta de oportunidades, las injusticias manifiestas, la corrupción política, la especulación inmobiliaria y, cómo no, por el cambio climático, que seguramente los funcionarios también tenemos algo de culpa en eso.

En definitiva, mi solidaridad, y la alegría de mi medio país, se traduce en que cada mes mi sueldo ha bajado 140 euros, y en que en plenas Navidades de mi paga extra desaparecieron 700 euros. Gano menos que hace 10 años y la vida ha subido un 200%, pero no puedo quejarme públicamente porque.. ¡yo tengo trabajo fijo!, ¡y mientras me llegue para comer!

Antes la fórmula que regía mi vida laboral era: días trabajados (A) + días de descanso (B) = sueldo (C). Parece bastante sencillo, ¿no? A+B=C. Pues bien, ahora es A (x3) + B (÷2) = X ¿Alguien me despeja la X para el año que viene?

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