El buen hacer del asilo de Cangas del Narcea
Hace algo más de dos años, por problemas familiares, llevamos a nuestra tía Leonor al asilo de ancianos de Cangas del Narcea, lugar del que recordamos cuando éramos pequeños llevaban a aquellas personas que no tenían a nadie que pudiera hacerse cargo de ellas y también el lugar adonde se enviaban patatas en tiempo de recolección cuando el cura de la parroquia lo solicitaba como ayuda a su economía.
La primera impresión al llegar a esta casa es de una cordialidad que te anima en momentos difíciles, de una luminosidad y limpieza que te llaman la atención, de unos espacios donde todas las necesidades están cubiertas y, sobre todo, de una dedicación por parte de las siete hermanas que atienden a todos los ancianos y ancianas allí residentes que es sobre todo lo que queremos resaltar, en ellas no cabe el desánimo, siempre una sonrisa recibe a cualquiera, el entusiasmo por el aspecto, la medicación en su justo momento; por todo esto, cualquier día del año parece un día especial.
Recordaremos siempre la felicidad de sus rostros, aunque algunos están solos o no los recuerdan tanto como debieran, pero todo queda compensado por la entrega absoluta de ellas, las hermanas, que no preguntan el día de la semana, ni la hora del día, sino que hacen, decoran, cocinan, limpian, para quellos que son los suyos de verdad.
Ahora que nuestra tía ya no está, queremos, mediante esta carta, hacer saber a todos la labor continua, luchando contra muchas adversidades, la generosidad, el cariño, la amabilidad que reciben todos los acogidos en el asilo de Cangas, una labor que muchas veces traspasa las paredes de este hogar, y ya que tantas veces solicitan nuestra ayuda para ONG para solventar problemas críticos en otros continentes, pensemos que tenemos tan cerca hogares como éste, necesitados de nuestra solidaridad: visitando a los allí residentes, haciendo una aportación económica, llevando alimentos, ropa e incluso nuestro tiempo libre...
Gracias, gracias de verdad, por ser como sois, presencia viva de Dios en la tierra y, sobre todo, gracias porque nos hicisteis sentir ese hogar como nuestra casa.
Todo nuestro cariño para todas, para el personal de esa casa y para los ancianos y ancianas que tanto recordamos.
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