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De los consejos diocesanos

5 de Enero del 2011 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Nuestra diócesis va dando los primeros pasos bajo la guía de don Jesús y, entre ellos, estaba la constitución del nuevo Consejo del Presbiterio y del Colegio de Arciprestes, dos de los órganos que asesoran al Obispo en el gobierno diocesano. El paso se dio y tuvo como resultado una interesante mezcla de caras nuevas, al lado de otros hermanos más experimentados en esas lides. El señor Javier Morán comentó en este diario que el Arzobispo había intentado disimular con los nombramientos la «grave fractura interna» (sic) que hay en la diócesis, pero no vayas a creer, lector, que en el Obispado andan a navajazos o que en las parroquias recibimos a tiros a la gente. Supongo que será una hipérbole que utiliza don Javier para referirse a las típicas disensiones que se dan en casi todos los colectivos. Aunque los años nos suelen volver un poco escépticos, y servidor lleva veintisiete de ministerio, todavía asisto con ilusión a la constitución de estos organismos diocesanos. Los cambios episcopales suelen generar expectativas, a veces quizás exageradas, como esperando que el nuevo pastor traiga una varita mágica que solucione todos los problemas. Ni que decir tiene que las cosas no son tan sencillas, pero sí hay que aprovechar la mejor disposición que suele haber, tanto en laicos como en consagrados, en el inicio de un episcopado para ir afrontando los problemas diocesanos con todo el ánimo y la fuerza que cada cual pueda poner en funcionamiento. Y entre esos problemas están precisamente los órganos consultivos, no sólo los de presbíteros, sino también los de laicos, no sólo los diocesanos, sino también los arciprestales y parroquiales. Y digo que constituyen un problema, porque no tienen aún el arraigo debido en nuestra Iglesia. Las inercias de la historia pesan mucho y tanto algunos obispos en sus diócesis como algunos curas en las parroquias somos demasiado personalistas a la hora de ejercer nuestro ministerio. Craso error, porque la evangelización en estos tiempos es tarea harto complicada y dos ojos y una cabeza, por mucho que vean y piensen, siempre verán y pensarán menos de lo debido. Incluso a veces, acostumbrados a teologías, planes pastorales y otros pensamientos elevados, nos olvidamos de un sencillo ingrediente que nunca debe faltar en éste ni en otros campos: el sentido común. Quiero creer que entre todos podremos evitar que se sigan dando en la diócesis situaciones raras, alejadas del sentido común: que sacerdotes de edad provecta estén sobrecargados y otros más jóvenes caminen ligeros de equipaje; que un párroco del centro de la región ejerza de vicario en una de las alas provinciales; que extensos concejos, como Teverga el pasado curso o Allande en el presente, no tengan párroco... Y para ayudarnos a actuar con sentido común necesitamos perentoriamente de los laicos. Suena a demagogia, pero a veces lo demagógico coincide con lo necesario. Necesitamos consejos de laicos en las parroquias o UPAP, consejos arciprestales y consejos diocesanos que no sean meros adornos que están ahí, si están, pero apenas se cuenta con ellos. Huelga repetir el símil del cuerpo, del que escribió tan claramente San Pablo, porque la teoría nos la sabemos de sobra. Sólo falta que la tomemos de verdad en serio y que facilitemos que los cristianos laicos en Asturias den su opinión siempre que proceda, incluso cuando toca nombrar arciprestes.

José Manuel Fueyo Méndez, párroco de Nuestra Señora de Covadonga, Oviedo

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