Toc-toc
Contaba mi padre un chiste muy, muy malo tal que así: "Toc-toc, ¿Se puerde? -Sí, adlante". Hay que quedar un rato pensando, lo sé. Mi padre y sus chistes. Cuando lo entendí al cabo de los años, me partí la caja. Viene esto, lo de picar a la puerta o dar con los nudillos en ella no para recordar a algunos que dejaban un palillo en el timbre incrustado para quemártelo o para flipar como si estuviéramos viendo un capítulo de Dmax sobre redadas policiales, viene el título de esta reflexión por la película española del mismo nombre y que te puede dar un parraque (como dice la Lomana) pero de la risa. Los actores, a cada cual mejor, tienen todos el Trastorno Obsesivo Compulsivo (T.O.C.), en sus múltiples derivadas. Lo mismo está el que hace de psiquiatra camuflado como paciente y que no puede contener decir todas las burradas y obscenidades que se le ocurren por la mente con el Síndrome de Tourette (es muy fiel a la realidad, a mí una vez uno me dijo por la calle que me iba a comer el c***o a mordiscos y resultó ser psiquiatra, por lo que acabé sacando la conclusión que de tanto paciente tratado, acaban ellos peor que nadie), también están los que dicen ordinarieces al conducir o aparcar (está científicamente comprobado que cuando se está dentro de un coche se siente como si nadie te viera y oyera, como si estuvieras en tu propia casa, por lo que uno puede acabar rabioso como un perro chillando al otro "¡Aparco donde me sale de los cojones!"). También está la persona que no encuentra las llaves y que no sea como algunos otros que te culpabilizan de haberlas cogido y no te dejan ni a sol ni a sombra hasta que las encuentran encima del capó del coche junto con la cartera, claro, claro. No olvidemos los tics nerviosos, que yo conocí a uno que cada X tiempo arqueaba las piernas como si le pesaran mucho los huevos, puf, ¡qué flash!, los que repiten en voz baja lo que tú estás contando o vuelven a repetir la misma frase una vez dicha (tienen puntos para ventrílocuo, como José Luis Moreno). El perfeccionismo aquí tiene especial relevancia y cabida, colocando todo al milímetro de como estaba antes, vamos, un poco más, y acaban orientándote la cabeza como aquel sketch de "Martes y 13" donde un hombre trastornado (Millán Salcedo) movía la cabeza del periodista (Yuste) en el programa "¡Se hundía, se hundía!". ¡En fin!, hay que quedarse con la parte positiva de todo. A mí de lo que me repitió hasta la saciedad mi hermana cuando iba a marchar lo de "¿Llevas las llaves?" ya no se me olvidan jamás.
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