Agradecimientos
Cuando te comunican que tu padre tiene un cáncer de páncreas, sabes que a partir de ese momento se va a quebrar la inercia de tu vida y de todos aquellos que están a tu lado. Es ésta una carta de agradecimiento a aquellas personas que de una manera u otra nos ayudaron a recorrer este largo y doloroso camino.
Comienzo por mis amigas que me acompañaron aquel verano tan triste: Teresa, Celia, Cova, Mariola, Cristina, María, Patri, Elena, Geli, Susana, Paula... nunca olvidaré el apoyo y el cariño que me disteis.
Olga, fuiste tú la encargada de darnos aquella noticia en la que mi padre pasó de estar perfectamente sano a convertirse en un paciente de cáncer, aun así, supiste combinar tu profesionalidad con la delicadeza y el amor que en aquellos momentos necesitábamos todos, sobre todo él. Fuiste nuestra familia. Gracias.
Quiero agradecer también a Ramiro, Óscar, Amador, Tino e Ignacio, que semana tras semana acudíais puntualmente a animar a aquella persona que tanto significaba para vosotros y que estoy segura de que os resultaba tremendamente doloroso, pero conseguíais hacerle pasar un rato agradable.
Qué voy a decir de mis hijos y de Luis; ellos estuvieron ahí, supieron darle lo que estaba en sus manos, recibiendo a cambio lo mejor que él les enseñó: ser buenas personas. Nunca lo olvidarán. Y yo espero que siempre tengan ese punto de referencia para poder actuar en todos los ámbitos de la vida como él los hubiera aconsejado.
Pero, como no todas las cosas salen como a veces deseas, tuvo mala suerte de no encontrar en su oncólogo, el doctor Vieitez, a aquella persona que empatizara con él, que tuviera la capacidad de involucrarse emocionalmente con alguien que verdaderamente tenía un problema y que si hubiera habido una mejor comunicación probablemente mi padre habría tenido una mejor calidad y perspectiva de vida.
Creo que es función del facultativo ofrecer al enfermo una explicación clara sobre su enfermedad, ser paciente, cortés..., y no sólo darle ayuda médica, sino también psicológica y social.
Concluyo dando las gracias a Mayte y Geli, del servicio de paliativos de Mieres. Ellas sí supieron entender a mi padre en los últimos meses de su vida, fueron cariñosas y atentas y consiguieron que se despidiera de nosotros igual que vivió: en paz.
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