Vergüenza ajena
¿Cómo es posible que una persona con 52 años se prejubile y a cambio reciba una «indemnización» de alrededor de 250.000 euros y unos ingresos mensuales netos de 3.000? Es algo totalmente injusto que la citada persona, con un puesto estable de trabajo, renuncie a él para convertirse en prejubilado, pero con unos ingresos que la gran mayoría de los españoles ya quisiéramos. No es de recibo que cuando se va a obligar que la jubilación sea realizada a los 67 años determinados personajes «progresistas» se acojan a prejubilaciones millonarias faltándoles aún unos cuantos años para alcanzar la edad estipulada por la ley.
Como todo el mundo se habrá dado cuenta, me estoy refiriendo a Víctor González Marroquín, hasta ahora director del IDEPA, que como buen «progresista» prefiere cambiar su situación laboral por la de prejubilado.
No entro ni salgo en su responsabilidad como consejero que ha sido de la empresa Venturo XXI, en la que ha dejado a 67 trabajadores en la calle, pero que no nos venga dentro de unos meses su esposa, Paloma Sainz, concejala del PSOE en el Ayuntamiento de Oviedo, contando milongas y pidiendo a los ciudadanos su apoyo por «el bien del progreso». ¿Cuál progreso?, ¿el de ella y el de su marido?
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