Carmen, una historia de amor
Hoy, por la mañana, me dijo mi mujer: “Siempre estás escribiendo relatos del tiempo de María Castaña”. ¿A qué no eres capaz de escribir un relato de amor?”.
Yo, a mis casi sesenta y diez, le contesté: “Dame diez minutos y te voy a escribir un relato de amor del bueno que te va a levantar la moral”.
Así que aquí está como dice mi nieta:
Cuando Carmen conoció a Manuel pensó que era lo mejor que le había pasado en la vida. Manuel, para Carmen, era un encanto de hombre, siempre atento, solícito, diligente a cualquier deseo suyo.
A Carmen le gustaban las avellanas y Manuel rompía con sus dientes esas perlas blancas con chaqueta marrón y se las metía en la boca. Carmen saboreaba esas perlas húmedas como preludio de los besos que vendrían a continuación.
Carmen era panadera, amasaba por la mañana para que la masa al “expelir” estuviera lista para hacer el pan por la noche.
Todos los días Manuel, cuando al sol le entraban ganas de ir a dormir, regresaba de las labores del campo. En su chaqueta los bolsos rebosaban de avellanas y estas pasaron a ser un bien preciado para Carmen, que correspondía con besos y abrazos.
Un día, en el que las avellanas eran abundantes, Manuel entró en la panadería con intención de darle una sorpresa a Carmen y esta, que estaba con las manos en la masa, no lo sintió llegar. Al momento dejó de amasar y le rodeó el cuello con sus brazos. Las avellanas rodaron por el suelo, el calor en la panadería se incrementó al instante. Las perlas con chaqueta marrón crujían al aplastarlas, la mesa de hornear se estremeció, la masa fermentaba en la “maseira”. A Carmen le pareció que una bruma nívea entraba por la ventana y le obnubilaba todos los sentidos. La melodía iba “in crescendo”. La masa seguía “expelindo” y desbordaba la “maseira”. El “formento” hizo su función en la masa y el pan resultante fue el más rico y el más dulce que Manuel degustó nunca.
El “Bollo” salió del horno a los nueve meses, también de noche, con un pan debajo del brazo. Tenía la piel de color blanco como la harina, la boca sonrosada como una perla, los ojos de color marrón como las avellanas y olía a pan recién hecho. Para comerlo.
El amor para Carmen no conoce límites.
Este mundo necesita más personas como Carmen y Manuel.
Hay personas por las que merece la pena derretirse.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

