Respeto al dolor de una familia
Escribo esta carta de réplica, por alusiones, a la publicada el pasado día 3 firmada por Fernando Alonso Valdés, de Gijón.
Señor Alonso, cuando leí su carta esta mañana, el que no salía de su asombro era yo. La verdad es que no sé si ser breve o contestarle en condiciones, más que nada para aclararle unas cuantas cosas, porque me da la impresión de que no tiene usted ni la más remota idea de qué va la historia de la que habla con tanta vehemencia (con todos mis respetos). Creo que corre más que su "tocayu", el de los coches, pero qué se le va a hacer, ya dijo Nuestro Señor Jesucristo que hay que enseñar al que no sabe, y usted, señor mío, definitivamente oyó tiros pero no supo de dónde venían.
Al grano, soy cuñado de Alejandro, quien firmó la carta de LA NUEVA ESPAÑA junto con cerca de veinte firmas más, entre ellas la mía, que fueron convenientemente enviadas a LA NUEVA ESPAÑA. Yo también quiero expresar mi opinión personal, y le voy a replicar por partes, para que lo pueda entender mejor. De cualquier modo, para su referencia, le informo que en LA NUEVA ESPAÑA, el día 13 de enero, fue publicada otra carta alusiva al mismo tema, enviada por otra hermana del fallecido.
Me parece que no ha leído bien la carta publicada. Incineraron a mi cuñada Cris el día 21 de diciembre, domingo por la tarde, y las cenizas se recogieron el lunes 22. Por lo tanto, no entiendo lo que dice en su punto número 1, o sea, me parece que usted ni lo entendió ni sabe de qué está hablando, a pesar de que la redacción de la carta lo dejaba bantante clarito, eh?
Los empleados de la funeraria designada por Santa Lucía, que actuaron de forma impecable, sólo hicieron su trabajo, que era, según rezaba la esquela, transportar las cenizas en coche fúnebre primero a San Isidoro para el funeral con las cenizas presentes y, a continuación, llevarlas a la última morada decidida por los tres hijos de la fallecida: la capilla cineraria de San José, en la iglesia de San Juan el Real. Llevaron las cenizas en coche fúnebre porque así lo tenían concertado con la funeraria. Se lo aclaro porque yo no sé si en el caso de sus familiares, el transporte estaba incluido o la funeraria que le prestó el servicio no tenía vehículos, cosa que dudo. Fin de la réplica al punto.
Estoy seguro de que don Fernando sabía perfectamente que iban a llevar unas cenizas al terminar el funeral a San Isidoro porque así se le había comunicado, de hecho la losa del nicho estaba quitada, ya había una escalera de mano... Por tanto, a buen entendedor... Además, ya sabemos que los curas no tienen que meter las cenizas en los nichos, hombre, para eso debe haber un operario, que no estaba, y, para más inri, en todos los entierros que vi sí había un cura para rezar un responso por el finado. A mi cuñada Cris se lo rezamos su familia, porque, se lo repito por si no entendió la carta del 23 de enero, allí no había ningún cura y sí, sí sabían de sobra que a las dos de la tarde llegaban unas cenizas en un cortejo fúnebre, con coche funerario, taxis y todo lo demás. Señor Alonso, insisto en que usted no entendió o no quiso entender la carta de Alejandro, porque en ese escrito que usted firma da a entender, en este punto tres, que cree que nosotros llevamos las cenizas de mi pobre cuñada directamente desde el tanatorio, y, como lo explico anteriormente, no es el caso.
Lo de su punto cuatro ya me parece no de una "irracionalidad suprema", según sus palabras, sino de una limitación mental severa. ¿A santo de qué tiene una persona que andar leyendo las esquelas para saber el horario del despacho parroquial? ¿Qué es, que tienen los funerales programados con mucha antelación?, ¿qué es, que si va un feligrés a hacer cualquier gestión y hay un funeral no le dicen "perdona, que tenemos un funeral, ¿te importa volver en otro momento?" Seguro que de esa sencilla manera se soluciona todo y no comportándose igual que un bulldog, como hizo ese grandísimo sacerdote al que vuesa merced defiende con tanta vehemencia.
Mire usted: a pesar de que usted nos llame mentirosos (ya que da por falso lo escrito por mi cuñado, haciendo gala de una ignorancia supina y de una total falta de respeto hacia alguien al que usted no conoce de nada) y tenga la desfachatez de postular sobre temas de los que no tiene la menor idea, estoy seguro de que usted, señor párroco de San Juan, a pesar de su mala actuación en este caso, no necesita aprendices de brujo que le saquen las castañas del fuego.
Señor Alonso, con todos mis respetos, olvídese de nosotros y déjenos con nuestro dolor, que es muy grande. Ah, para terminar, ahora que considero que le he aclarado todo lo que usted no entendía de la carta de mi cuñado, que no era poco, le informo de que no voy a contestar a ulteriores réplicas por su parte, si las hubiera, porque como dice ese gran refrán "a palabras necias, oídos sordos".
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