La paz es una quimera: la gobernanza global de las mujeres
La paz y la humanidad son, a menudo, antagónicas, porque al hombre -especialmente al hombre en masculino- le es inherente la disputa por la tierra, por un “espacio-territorio” donde establecerse, construir un hábitat y perpetuar la especie. Cuando la tierra no es sino de la naturaleza, aunque los humanos la reivindiquemos y anhelemos como posesión. Y esto ocurre en cualquier latitud del planeta, con mayor o menor beligerancia.
Sumario: Reflexiones con motivo del Día Internacional de las Mujeres en el Multilateralismo
Destacado: Empresarias, autónomas, profesionales y emprendedoras asturianas trabajamos en la protección y promoción de la singularidad de lo humano, como valor de riqueza y legado
La paz nunca será posible mientras el sentido de territorio esté asociado a la supremacía económica. Quizá tampoco bajo un modelo de gobernanza global liderado por las mujeres, pero queremos tener la oportunidad de pensarlo y de hacerlo; desde una visión diferente de la humanidad, entendida como un acontecimiento valioso, colectivamente y en la individualidad de cada ser humano. El pasado 25 de enero se celebró el Día Internacional de las Mujeres en el Multilateralismo, que reivindica el papel relevante que desempeñamos las mujeres en la construcción de la paz, el respeto a los derechos humanos y el desarrollo sostenible dentro del sistema multilateral. Mujeres y niñas llamadas a liderar la gobernanza global en condiciones de igualdad. Y en pro de ello, medidas para combatir la desinformación de género -especialmente en los nuevos medios de comunicación- e incorporar la igualdad a la gobernanza global (Resolución 41C/57 de la Unesco).
La pregunta es cómo: cómo vamos a desencadenar la disrupción en el sentido de lo humano, tan desprestigiado. Porque el sistema de recomendaciones que propone la Unesco me parece del todo ineficaz, además de obsoleto. En la era de la ostentación e imposición del pensamiento único, recomendar es no actuar. ¿Cuál es entonces la fórmula? La fórmula es vieja y es nueva. Nueva porque implica transformar las relaciones personales, desde el reconocimiento del conocimiento y talento único de cada ser humano, como el eslabón imprescindible de un todo atomizado. Vieja porque pasa por escuchar a las mujeres y hombres sabios del territorio, e incorporar ese saber a la gobernanza. Y entendido este nuevo modelo de organización social, como un acto generoso de valorización de la identidad, valores y capacidades humanas, extrapolarlo a lo local, a lo nacional y lo global, con el mismo sentido de potencialidad humana. Es lo que hacemos en la asociación Mujeres de Empresa: empresarias, autónomas, profesionales y emprendedoras asturianas trabajamos en la protección y promoción de la singularidad de lo humano, como valor de riqueza y legado.
La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, alertaba sobre una información vertida, hace apenas unos días, en el Foro Económico Mundial de Davos: que la conquista de la igualdad de género podría llevarnos más de 130 años. Quiero pensar que esta predicción fue “zurcida”, confeccionada, en el mismo marco conceptual de pensamiento y acción que queremos evolucionar, el de la gobernanza exclusiva de los hombres, pero lo que sí es cierto es que el cambio de paradigma es urgente porque de él depende la re-humanización de nuestra civilización; la recuperación del sentido de lo humano desde la esencia más animal: la de gestar, cuidar, proteger, alimentar y hacer crecer; para aprender, pensar, crear e innovar.
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