Hacer el vacío
Cuando se ha pasado por violencia de género, una piensa que casi lo mejor de todo es que te peguen un puñetazo, que te insulten o que te lleguen a decir: "¿Quién te va a querer, así como estás de gorda?". Lo digo porque al menos es una manera que tiene de expresar el maltratador que existes. Todo es soportable menos que te ignoren, que te hagan ver que no existes, hacer el vacío. Totalmente demoledor porque el otro usa tu debilidad para destruir. Sientes que no eres nada, aparte de que te hace sentir culpable de algo que no sabes qué has hecho para que no te hable de repente. Su mirada puede llegar a traspasar tu propia inexistencia. Quedas totalmente anulada como persona y luego es muy difícil remontar (algún día con tanto avance, existirá un médico especialista que reseteé el cerebro a las maltratadas para que comiences de 0 y no sufras más). Escogen muy bien al prototipo de víctima, alguien muy empático y que suelen ser de las que mendigan amor para conseguir que las quieran, las que perdonan todo, las que una simple sonrisa es una ilusión inconmensurable de amor. Así quedan muchas denuncias archivadas en el juzgado porque las palabras, o mejor dicho, el vacío existente, se vuelve algo inexistente en una carpeta archivadora de una estantería porque ¿quién puede grabar el vacío?, ¿quién puede demostrar el silencio de un desprecio? Ni el mejor abogado, ni el mejor fiscal, ni el mejor magistrado.
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