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Recuperar el amor que da sentido a lo que hacemos

9 de Febrero del 2024 - Carmen González Casal

¿Has pensado cuántos millones de personas se dirigen cada día a su trabajo? Unas “abren las calles” para realizar tareas tan invisibles como imprescindibles; otras, sin embargo, fichan a horas más prudentes; tras la pandemia, cada vez son más las que teletrabajan y una infinidad levantan la persiana de su negocio diariamente para enfrentarse a lo que el destino les depare.

Cómo lo afrontan ya es otra cosa. Muchas acuden con la resignación o la pesadumbre del que no le queda más remedio; a otras solo les mueve percibir un sueldo, quizás con el sano objetivo de sacar a sus hijos adelante; para muchas la actividad profesional es como una escalera de cuerda por la que trepar a costa de lo que sea. También las hay que acuden ilusionadas porque desempeñan una tarea que les satisface. En fin, que lo habitual es que el éxito y el fracaso anden en lid, como la actividad (muchas veces lastrada por la rutina) y el descanso, que para algunos nunca llega porque solo viven para trabajar, con la apariencia de un hacer, pero sin sentido. Aunque, posiblemente, en la voluntad de la mayoría haya una motivación caleidoscópica que engloba, en mayor o menor medida, algunas de estas razones.

No hace mucho escuchaba unas palabras de la escritora Remedios Zafra con las que animaba a recuperar el amor que da sentido a lo que hacemos. Palabras que me sacudieron por dentro: “Si miles de personas hacen bien su trabajo, el mundo se salva”. Tras darles unas cuantas vueltas, traigo hoy a colación unas consideraciones con la ilusión de que quien las lea se plantee el auténtico sentido de lo que tiene entre manos, porque según la finalidad de nuestro quehacer diario, la vida nos cambia.

Primera premisa: hacer bien el trabajo, es decir, hacerlo no de cualquier forma, atropelladamente, chapuceramente, para pasar, cumplir o quitárnoslo de encima. Si en lo que hacemos hay libertad, autonomía, un hacer propio, lo afrontaremos de tal manera que nos aporta provecho, bienestar, felicidad, progreso y multitud de aspectos positivos para cada uno y para la sociedad, que, sin duda, mejora.

Sumario: La necesidad de hacer bien y con actitud positiva el trabajo diario

Destacado: ¡Cómo cambiaría nuestro mundo si cada uno de esos millones de personas que aceleradamente se dirigen cada día al trabajo lo hiciera como quien se pone delante de un lienzo en blanco y empieza a crear una obra de arte!

Un trabajo relevante o sencillo, pues todos son importantes cuando el amor a esa tarea y a las personas que nos encontramos campa a sus anchas, y donde abundan los detalles pequeños, los favores y servicios que, generalmente, apenas se notan. Es decir, una actividad cuajada de virtudes que van alimentando el trabajo porque el esfuerzo, la superación, la constancia, la tenacidad, el tesón, la responsabilidad, la honestidad, la honradez, la justicia, el compañerismo, la diligencia, el orden, la iniciativa… dan perspectiva, profundidad y valor al quehacer cotidiano. También la alegría, la satisfacción que se percibe en el alma, tras una labor bien acabada.

Un colega que se documenta en condiciones para dar con veracidad una notica hace bien su trabajo. Al igual que el político que busca el bien común y no miente o manipula para conseguir su interés personal. También hace bien su trabajo una madre o padre de familia que concilian su vida laboral con la atención de sus hijos, procurando educarles para que sean buenas personas y no solo profesionales de éxito a costa de lo que sea. Asimismo, un grupo de científicos que, tras una ardua investigación, aportan una solución que mejora la vida de los enfermos oncológicos. Lo mismo una guisandera que hace las delicias de cientos de paladares o cada una de las voces que forman el coro de gitanos consiguiendo que todo un auditorio se ponga en pie al escuchar "Il Trovatore" de Verdi.

Y cómo cambia el panorama de una enferma cuando un enfermero la acoge con cariño y es única para él, aunque tenga una planta entera a su cuidado, o para ese hombre mayor que se desplaza de su pueblo a la ciudad para resolver unos papeles que le exceden y se encuentra con una funcionaria que le atiende con solicitud y a conciencia.

¡Cómo cambiaría nuestro mundo si cada uno de esos millones de personas que aceleradamente se dirigen cada día al trabajo lo hiciera como quien se pone delante de un lienzo en blanco y empieza a crear una obra de arte! El cambio de foco mejora la actitud, el sentido, la proyección. Como si aquellos canteros bajomedievales se vieran hacedores de una catedral, y no como simples y monótonos trabajadores de la piedra. Catedrales que con los siglos siguen inhiestas y todos admiramos.

Eso procuro cada día desde mi trabajo: “Construir catedrales”, y a eso te animo, aunque no siempre esta motivación nos cambie el panorama, pero es una elección que, sin duda, merece la pena, tanto a nivel personal como social, porque coopera a la transformación que nuestro mundo necesita.

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