La Nueva España » Cartas de los lectores » Pasión y castigo por los perros

Pasión y castigo por los perros

5 de Febrero del 2024 - Rufo Costales (Oviedo)

Superado un periodo de mi vida particularmente nihilista y autodestructivo, pensé que después de leer "Cómo ser autosuficiente sin dinero" dejaría de ser un friki intransigente y tendría resuelto mi futuro (hasta empecé a vestirme de traje y corbata porque hace que parezca más inteligente).

Con el pasó de los años, superada la intensa y exquisita agonía del amor adolescente no correspondido, he desarrollado una fonofobia que, siendo, como es, un problema auditivo, no se relaciona con una enfermedad, sino con un trastorno de ansiedad producido por los ruidos de cierta intensidad, como gritos o ladridos.

Esto me ha llevado al infierno y de la mano de Dante he estado formulando hipótesis sobre infiernos alternativos sostenibles como el escape libre de los coches, los helicópteros de la Policía que dan vueltas en círculos, las sirenas de las ambulancias, las lavadoras y la mayoría de las herramientas eléctricas.

Infernales pero, aunque parezca un contrasentido, todos disponibles en el paraíso que es el mundo occidental en el que vivimos, aunque los perros que ladran todo el día y toda la noche, como "Pericles", el chucho de mi vecino del quinto, sin duda harían que la otra vida fuera insoportable.

Un perro, en su impertinente inocencia, ladra cuando cae una hoja, ladra cuando el reloj hace tic-tac, ladra a las palomas..., en definitiva, un perro ladra porque puede.

Si un perro empieza a ladrar en un determinado barrio, todos los perros ladran. Los otros perros ladran porque ladra el primer perro, sin que el primer perro tenga la menor idea de por qué ladra. De auténtica locura.

Un punto a favor es que el perro ha demostrado, una y otra vez, ser el amigo más leal y honorable del hombre y sacrificará, literalmente, miembros y vida para venir al rescate de su dueño, sin importar el entorno en el que se encuentre inmerso, como un escenario de guerra; un escenario de víctima ahogada; un escenario de agresión o robo a mano armada, etcétera.

A ver qué otras especies, incluida la humana, tienen esta capacidad innata de abnegación, lealtad y dedicación, exhibida por el cánido en todos los entornos mencionados y otros muchos.

Me pregunto, no obstante: si los perros son tan inteligentes, ¿por qué siguen con esa bochornosa e incívica costumbre de cagar en la acera? La respuesta que se me ocurre es que es un acto de orgullo perruno y solo lo hacen para demostrar que pueden hacer lo que quieran donde les plazca, aunque lo que dejamos los educados y pulcros humanos (cuerpos, sangre, bombas y guerra), es mucho peor.

Alguna vez pienso lo divertido que sería poder transmutarme en perro-Pacma; debe ser la leche eso de cagarse por las esquinas, donde te dé la gana, y que un pijo progre venga detrás, recogiéndote la mierda, mientras un agente denunciante le vigila. Jo.

Otra cosa son los gatos, en la cima, claramente, de la evolución. No es casualidad que los contemplativos egipcios, junto con espíritus poéticos posteriores como Poe, Gautier y Baudelaire, fueran todos sinceros adoradores de los flexibles Grimalkin.

Saludos cordiales.

Cartas

Número de cartas: 45599

Número de cartas en Julio: 60

Tribunas

Número de tribunas: 2069

Número de tribunas en Julio: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador