Carreteras de riesgo evitable
Cada vez que hay un accidente de tráfico especialmente doloroso por lo patético de sus circunstancias y la gravedad de los daños, e indignante por sus causas -gentuza el volante y mantenimiento francamente mejorable de las carreteras-, las páginas de diarios como LNE (al menos las virtuales, porque las otras -en desigual competencia- cada vez están más restringidas a escritos del lector) se llenan frecuentemente de útil información y -no pocas veces- de más que justificada ira.
A efectos estadísticos me permito volver a llamar la atención sobre la tan hermosa como peliaguda, transitada, y descuidada ruta -conjunto de tramos provinciales de variable denominación (371-234-372) y estado- que une Las Regueras y Oviedo (o viceversa) a través del Escamplero, junto con sus colaterales y afluentes. Junto a cabales y respetables viandantes y peregrinos, ciclistas, motoristas, turismos, taxis, tractores, camionetas y camiones, autobuses y demás, por esta carretera transitan sucios, contaminantes, torpes, imprudentes, irresponsables, potenciales y ejercientes delincuentes reincidentes -fichados o no-, convirtiendo cada recta y cada curva en un riesgo tangible y no pocas veces sustanciado con muertos y heridos. Entrar en las curvas sin visibilidad con la mediana continua entre las ruedas es un hábito más que una excepción. La vigilancia, a no ser que se lleve a cabo por discretos drones meramente recaudadores, es menguante y prácticamente nula en los últimos tiempos.
Y en último lugar, pero ni mucho menos el de menor importancia, la falta de limpieza del firme, el tardío y cicatero desbroce de cunetas y - sobre todo- una señalización horizontal enmascarada, borrada o desaparecida en un altísimo porcentaje del mencionado recorrido la convierten en una fatigosa y amenazadora experiencia.
Yo ahí lo dejo, como los papeles y los envases en los arcenes, por si alguien -viandante, residente, vigilante o responsable con mando en plaza- se siente concernido y se/nos hace/mos cargo de su/nuestra parte de responsabilidad. Que, por ya visto, va a ser que Dios dirá.
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