Pensar en grande
Saturados como estamos de información, hoy más que nunca es más necesaria la reflexión. Vemos claro que para unos y otros el producir confianza no es algo sencillo. Y, por otra parte, estamos ciertos de que la confianza se la gana quien actúa íntegramente y sabe demostrarlo. Por ejemplo, ya nadie sacraliza los hechos que nos cuentan ni las bases fiables de cualquier decisión política. Las decisiones que se toman deben sernos explicadas. Cuando vemos que aumenta el interés personal o partidista, disminuye la autoridad. Y, por otra parte, la ética es básicamente sentido común. Por eso, creo que una de las cosas que más enturbian también el comportamiento social es el que cada uno vaya a lo suyo.
Los hechos narrados acostumbran a ser incompletos y, a falta de conocimiento, han de ser defendidos con argumentos que sean aceptables por una mayoría. Pero quedan siempre márgenes de incertidumbre. A diario observamos que muchos hablan o escriben de los otros para justificarse ellos y servir a sus intereses. Pero bien sabemos que la realidad y el sentido de nuestra historia es algo más que un relato ideológico en las mañanas de algunos medios de comunicación, por ejemplo. Y eso aun reconociendo que nuestra libertad se mueve siempre dentro de límites muy estrechos.
Como todo ser humano, estamos hechos para el altruismo y para el egoísmo, para el juego y la responsabilidad, para el placer y la bondad, para la soledad y la compañía. Bien han dicho algunos que el armonizar estos sentimientos tan contradictorios exige un alarde de inteligencia. Y que además no existen atajos que nos conduzcan a la paz, ya sea interior o social. Nada hay más despreciable que el uso deshonesto de los principios universales. Tampoco podemos ahorrarnos el esfuerzo de pensar.
Tal vez exagere, pero en muchos relatos que se nos ofrecen suele haber más magia que en los cuentos de hadas. No se puede decir cualquier cosa de cualquier manera, pienso yo. Nuestras palabras han de tener un significado preciso y compartido. ¿Por qué tantos hablan de un "nosotros" en contra de los otros? La paz humana no puede darse si primero no se da en nosotros. Y menos aún: la opinión pública no puede ser desplazada por la inercia del insulto y la mentira. Pensar en grande sería tener sentido de la unidad por encima de las diferencias. Y esto es cuestión de todos, pues la sabiduría es esa armonía siempre en el horizonte de posibilidad.
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