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La revolución de los tractores

8 de Febrero del 2024 - J. J. J. Suárez González (Gijón)

Las políticas estúpidas y las medidas y normas imprudentes, como toda causa, producen efectos, y si la Unión Europea lleva años implementando políticas estúpidas y medidas y normas imprudentes lo ha hecho más que en ningún otros sector, aunque en los demás también, en el campo. Los agricultores y ganaderos de Europa, hartos ya de que sus reivindicaciones y sus demandas no fueran escuchadas ni tenidas en cuenta, se han subido a sus tractores y se han echado a las carreteras y a las calles. Han llegado hasta Bruselas, donde casi prenden fuego a las instituciones burocráticas de la Unión. Ha sido en este punto, cuando esa gente que no han elegido los ciudadanos ha sentido miedo, que han empezado a recular en sus idioteces y sus imprudencias, al tiempo que ofrecen más dinero para el campo.

Para llegar a donde se ha llegado y tener una buena perspectiva de lo que estamos hablando es necesario echar la vista atrás y ser conscientes de lo que nos ha traído hasta aquí: Ha sido un gravísimo error que los estados europeos hayan cedido casi toda su soberanía y sus intereses nacionales a instituciones supranacionales como la actual Unión Europea, que nada tiene que ver con aquel mercado único fundacional. Ahora nuestras políticas están en manos de burócratas corruptos que defienden otros intereses que no son los nuestros, ni los de los agricultores y ganaderos ni los de todos los demás. Nuestra política exterior, de defensa, industrial, todo, se decide en Bruselas, y, por supuesto, la del campo también, y si no estás de acuerdo en algo te chantajean y te sancionan (o cambian el quorum) como hacen con Hungría. Las reconversiones, el desmantelamiento industrial y el abandono del campo están íntimamente relacionados, y mediatizados, con las locas decisiones de los burócratas de Bruselas y de los corruptos de Estrasburgo (no se ha vuelto a hablar del “Catargate” ni del “Marruecosgate”). Hemos visto con nuestros ojitos cómo se desmantelaba nuestra industria, esa industria nacional, y en gran parte pública, que se levantó en los años 60 del siglo pasado, hemos visto cómo se pagaba por eliminar ganado, por arrancar olivos y vides, hemos presenciado, impasibles, cómo las importaciones sustituían a la producción nacional, creando parados y desertizando el campo en sentido literal y figurado. Mientras esto pasaba no hemos hecho nada al respecto. Por pusilánimes, y porque pensábamos que nos venían bien las subvenciones, que pagábamos nosotros mismos, hemos llegado hasta aquí. Así que yo estoy con los agricultores y con los ganaderos en sus justas reivindicaciones, les doy la razón en que es más importante la azada que la tableta, el arado que los papeles y la “burocracia”, les doy la razón en que “alguien se está llevando su queso”, que no puede ser que los limones que les pagan a unos pocos céntimos se vendan en los supermercados a 2,40 euros y, en fin, en román paladino, les doy la razón también en que les deben dejar trabajar y no tocar tanto los cojones. Pero, al contrario que otros que han dicho estos días que están incondicionalmente con los agricultores y ganaderos, yo no lo estoy incondicionalmente, solo en las cosas en las que tienen razón, que son muchas. En este sentido, me temo que no va a cambiar nada, que taparán la boca al campo con más subvenciones y ayudas, pero que van a seguir importando de todo, sin controles de ningún tipo y sin pagar aranceles, de Marruecos (ahora Mohamed VI amenaza con convertir el Sáhara que le ha regalado Sánchez en el primer productor de tomates) y cereales de Ucrania, para aguantar un poco más a los nazis en la guerra proxi contra Rusia.

La pseudoizquierda que nos gobierna no ha perdido ni un minuto en echar la culpa de las tractoradas a la ultraderecha, pero yo no creo ni que todos los agricultores y ganaderos sean de Vox ni que todos ellos hayan dejado sus explotaciones para echarse a las carreteras, perdiendo tiempo y dinero, porque se lo haya dicho el señor Abascal. Ese relato maniqueo del Gobierno no ha tenido ninguna credibilidad, así que Sánchez ha tenido que salir en el Congreso de los Diputados a ofrecer zanahorias, quieren que las fechorías las paguemos ahora los consumidores, mientras guardaba, de momento, el garrote. Pero, de zanahorias sabe más que nadie la gente del campo, que esta vez no deben dejarse engañar, es su última, nuestra última, oportunidad.

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