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Una protesta legítima

9 de Febrero del 2024 - José María Rodríguez Valledor (Oviedo)

El campo europeo está en pie de guerra. Hace unas semanas, comenzaron las protestas en Alemania, cuando el campo tomó la mítica avenida Unter den Linden en el centro de Berlín con sus tractores. A ellos les siguieron los agricultores franceses, que, con sus protestas, llegaron a semiparalizar el país durante varios días. Ahora llega a España, con protestas y manifestaciones en todas las comunidades autónomas. Y todas ellas tienen un denominador común: el hartazgo de los agricultores y ganaderos con unas políticas medioambientales que los asfixian y una burocracia esperpéntica que los enreda, que no entienden, todo ello unido a una política de exigencias laxa en la importación de productos que compiten con los producidos en Europa, pero a los que no se les exigen los mismos requisitos que a los producidos en territorio europeo, lo que supone una desventaja competitiva insostenible.

El problema radica en que las exigencias de mejoras en los métodos de producción de los productos, que suponen un fuerte incremento en los costes del productor, no han venido de la mano de los correspondientes incrementos en el precio al que estos productos son adquiridos al agricultor o al ganadero.

Pongamos un ejemplo de algo que conozco bien, la producción de leche: hace 30 años, en las ganaderías pequeñas y medianas, se ordeñaba con ordeñadoras de mano, es decir, sin tuberías, y la leche era introducida en grandes bidones que eran recogidos por los camiones de las distintas lecherías. El ganadero no tenía que estar preocupado por la limpieza del producto que entregaba y, si me apuran, ni siquiera por la calidad.

Como no podía ser de otra manera, esto cambió. Comenzaron a hacerse análisis periódicos del producto que se entregaba, comprobando la bacteriología, el extracto seco de magro o el porcentaje de grasa; se exigió que la leche almacenada por el productor pendiente de recogida se mantuviese refrigerada en grandes tanques. La exigencia de refrigeración, junto con los nuevos estándares de calidad del producto entregado, obligó al productor a adquirir maquinaria sofisticada: el ordeño ahora se realizaba en salas de ordeño y el producto iba directamente de los chupones al tanque de frío a través de tuberías. Esto supuso una inversión que muchos hicieron con esfuerzo, pero que a otros les supuso el abandono de la actividad. Por otro lado, la comprobación de la calidad, más allá de la bacteriología, implicaba que al ganado no se le podía alimentar de cualquier manera. El pasto y un "puñadín de pienso" ya no eran suficientes. Había que incrementar la ingesta de piensos y complementarlo con silos de forraje fermentado. Más costes...

Se suponía que todas esas nuevas exigencias vendrían de la mano de incrementos en el precio de adquisición al productor... Pues no, los incrementos que se produjeron quedaban porcentualmente muy lejos de los incrementos de coste y, es más, la falta de calidad o la presencia de alta bacteriología, penalizaba el precio de compra.

La consecuencia de todo esto fue demoledora: más del 90% de las explotaciones de leche pequeñas y medianas desaparecieron. Quedaron las grandes, las que fueron capaces de hacer grandes inversiones, cargándose de deudas para poder hacerlas y que, aun trabajando de sol a sol, no ven más que números rojos en sus cuentas de resultados.

Luego está el proteccionismo de especies depredadoras o el continuo aumento de requisitos medioambientales. Lobos matando vacas, potros u ovejas, que las administraciones indemnizan tarde, mal y nunca, o, como tuve noticia hace unas semanas, que el Gobierno de Asturias ultimaba una instrucción con los nuevos requisitos ambientales que deberán incluir los proyectos de construcción de nuevos espacios para la estabulación de ganado bovino: cuadras y establos. Supongo que ya sabrán lo que eso va a significar: que el que quiera levantar una nueva cuadra la nueva normativa le va a suponer un fuerte incremento en el presupuesto de la obra.

Y ahora viene lo más indignante, el desprecio de la izquierda urbanita al mundo rural. Han incluido al mundo rural en lo que ellos denominan "la fachosfera". Su imagen idealizada del agricultor "bueno" se ha quedado en aquellas fotos en sepia, de gente desdentada y desarrapada destripando terrones de tierra en un campo baldío. Miran con recelo al agricultor del siglo XXI montado en su reluciente tractor: ¡vaya bicho! ¿Con qué lo habrá comprado? ¡Este debe de tener la cartera llena! ¡Se queja de vicio! ¡Seguro que es votante de la derechona!

La protección del campo, de agricultores y ganaderos, la necesidad de facilitarles un proyecto de vida digno en el mundo rural en el que han decidido permanecer, es vital para la vertebración de un país, para evitar el abandono de los pueblos. No es ni de izquierdas ni de derechas, es una necesidad que hay que proteger para preservarla y hacerla atractiva a las nuevas generaciones.

Por todo ello, no deben criminalizarse sino apoyar sin fisuras unas protestas legítimas que, eso sí, deben producirse dentro de lo razonable, sin violencia ni actos de vandalismos que desvirtúen el legítimo mensaje que se quiere transmitir.

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