La Nueva España » Cartas de los lectores » El Cristo de la discordia (Meditación de Carnaval)

El Cristo de la discordia (Meditación de Carnaval)

13 de Febrero del 2024 - Ramón Alonso Nieda (Fuentes (Arriondas))

El cartel para la Semana Santa de Sevilla no suscita unanimidad. Su contemplación induce a pensar que la Pasión -flagelación, corona de espinas, vía crucis y crucifixión- de la que Jesús salió hecho un cristo pudo ser "terrorismo de baja intensidad", perfectamente amnistiable. "Pon tu dedo en las heridas de mis manos, alarga la tuya y métela en mi costado". "En qué heridas y en qué costado. No me vaciles, Señor", hubiera respondido Tomás, que era respondón, a ese Cristo impoluto del cartel que es la negación de la "ostentatio vulnerum" que la tradición hace del cuerpo del resucitado.

¿Tiene pinta el chico del cartel de un recién llegado del infierno? "Fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó". Eso reza el Credo. Lo que crea el artista apenas hace al caso. Los pintores del Renacimiento no creían en los mitos grecolatinos, pero los pintaban y, al pintarlos, no los disimulaban. Un Cristo "que no se note", un resucitado intrascendente es una contradicción "in terminis". En serio, ese mozo, fresco y bien parecido, ¿no tiene más pinta de salir de la ducha que de "alzarse de entre los muertos"? Se podría pensar que recuerda, aunque muy de lejos, "El nacimiento de Venus", de Botticelli. Lo que no dejaría de ser un dudoso elogio.

Los franciscanos encargaron a Donatello un Cristo crucificado para su capilla en los arrabales de Florencia. Cuando lo tuvo listo, lo mostró satisfecho a su amigo Brunelleschi. "Pero, hombre, has crucificado a un 'contadino'", comentó Brunelleschi, según cuenta Vasari. El cuerpo es proporcionado y poderoso, pero cuesta imaginar que el Cristo tuviera el rostro que con la mejor intención le talló Donatello.

No hay datos en los Evangelios sobre el físico de Jesús. Podría clasificarse entre los recursos literarios esa facultad del autor de frustrar a su antojo la curiosidad del lector, dejándolo con dos palmos de narices. Clarín, que nos obsequia con una prolija y prodigiosa descripción de la bodega de los Vegallana, solo nos da como asidero, para fantasear sobre la Regenta, la "Virgen de la silla", de Rafael. De modo que nos quedamos sin saber si Ana era esbelta o bajita, flaca o entrada en carnes.

Algunas religiones (el judaísmo, el islam) se prohíben la figuración de lo divino. El cristianismo, en cambio, vertebrado por la encarnación, está urgido por una querencia incoercible de imagen: "Descubre tu presencia y máteme tu vista y hermosura". La Semana Santa es precisamente la apoteosis de esta necesidad imperiosa de presencia física. En todas partes y en todo tiempo los artistas se han aplicado a enmendar el silencio de los Evangelios multiplicando las representaciones de Jesús. La historia entera del arte de los dos últimos milenios se podría enhebrar en la iconografía de Cristo tomada como único hilo conductor.

El cine no podía ser ajeno a ese fenómeno. En los años sesenta, el estreno de "El Evangelio según San Mateo", de Pasolini, fue un acontecimiento. Un Cristo de pocas palabras, moreno y cejijunto, con una tristeza insondable al fondo de la mirada. Impactante, inolvidable. Unos amigos organizamos un coloquio con D. Emilio Olávarri, exégeta y arqueólogo de la Escuela Bíblica de Jerusalén, y D. Manuel Sánchez Ocaña, una autoridad en cuestiones de cine además de reputado odontólogo. Acudió tanta gente que no había manera de acomodarla. Este periódico lo reseñó en una nota sucinta.

Ese caudaloso repertorio de la iconografía crística imprime también en su decurso el cardiograma -con su pulso pautado, con sus picos y sus arritmias- de la piedad cristiana, que, al fin y al cabo, es "dolencia de amor que solo cura con la presencia y la figura". En lo imaginado se plasma, además de lo que se ama ("los ojos deseados"), lo que crees y en lo que esperas. Y ahí pasamos ya de la iconografía al psicoanálisis y a la teología. Pero quién se adentra en esas anfractuosidades esquivas. De Teología solo estudié siete cursos, cuatro en Oviedo y tres en Lovaina (el primero de los tres, con dieciocho asignaturas; cuántas noches en vela. Aquello sí era terrorismo). Esas carencias no se suplen con seis de Filosofía (dos aquí y cuatro allá); dejemos, pues, las cosas serias a las documentadas tribunas de los especialistas.

Resumiendo antes de irme: el presunto resucitado del cartel sevillano sería un Cristo placebo, que, en punto a fe y a piedad, daría encéfalo- y cardiograma planos. Pero ni pizca de escándalo ni de delito de odio. Las cosas, en su punto, que en este caso sería en punto muerto (lo que no es gran cosa tratándose de resurrección). Apena que eso pase en Sevilla, que, con el Cristo de Velázquez, tienen el Cristo más sevillano y el artista sevillano más universal.

Cartas

Número de cartas: 45594

Número de cartas en Julio: 55

Tribunas

Número de tribunas: 2069

Número de tribunas en Julio: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador