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Cómo encontrarnos

14 de Febrero del 2024 - Ceferino Suárez de los Ángeles (Illas)

Aún no había llegado a la mayoría de edad. Una tarde, sentado en la plaza de la iglesia de Guillén Lafuerza, unos jóvenes no lejos de mí y tal vez en discusión me enviaron un mensajero. El enviado y recadero no era otro sino Jaíño. Sus compañeros se quedaron en un silencio sin romper. Y Jaíño con rapidez me pregunta si ya en el seminario me habían capado. Y yo, por entonces confiado en mi veloz carrera, me lancé rápido a su captura. Gracias a Dios no lo pude alcanzar. Eran otros tiempos. Jaíño hoy ya no me haría esas preguntas: ha fallecido hace unos años ese encanto de ser humano. Y los jóvenes de ahora no hacen semejantes preguntas. Tampoco hoy a mí se me ocurriría correr tras de nadie. Pero entonces era incapaz del humor en tales temas.

Las cosas han cambiado. A mí me parece que los jóvenes ya no formulan semejantes preguntas, pues en el fondo esto supondría en ellos la confianza de aquellos jóvenes de Guillén Lafuerza. Tampoco, por otra parte, a ellos se las hacemos. Ya que infundirles hoy confianza es un milagro que me parece que no se nos ofrece. Y dadas las experiencias vividas en los últimos tiempos, me temo que no podamos por ahora otorgarnos una confianza recíproca. Pero, por otra parte, malos son el miedo y las actitudes evasivas por parte de unos y otros.

No quisiera equivocarme, pero me temo que siendo timoratos no podemos otorgar confianza alguna. Y, además, hoy más que nunca la juventud nos exige sinceridad y respeto. Por lo que a mi entender, si los que nos creemos Iglesia queremos volvernos a la juventud, no tenemos otro camino que el que valientemente nos marca el Papa Francisco.

No creo que los jóvenes puedan volver a Dios por sí mismos: a Dios se vuelve desde la bondad y la confianza. Por lo mismo creo también insensata e innecesaria esa vuelta de algunos a una espiritualidad propia del siglo XIX o de Trento. De nada nos libraría. Y lo pagaríamos caro: las cosas no son tan simples. No intentemos, por ejemplo, tapar en vano algún cáncer para vomitar como el de la pederastia.

Por una parte, los jóvenes siempre han sido generosos y saben ser justos en sus apreciaciones. Y tal vez les sea más fácil de lo que podemos imaginar. Por otra, sin duda alguna la figura de Jesús de Nazaret es lo suficientemente fuerte, cuando se le conoce, para librarnos a unos y otros de tan extrañas pesadillas. Y, sin volver a los tiempos pasados, los jóvenes (ellos y ellas) de ahora encontrarán la melodía más personal, y su lenguaje será idéntico al lenguaje del amor. Aquel lenguaje en compañía que en Guillén Lafuerza se podía pronunciar.

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