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Los ángeles existen

15 de Febrero del 2024 - Cristina Iglesias Fernández (Siero)

(A María Jesús Pablos Muñoz)

Ya sé que hoy en día no está de moda ver ángeles y menos hablar de ellos. Hay gente que dice que estos seres de luz, de bondad infinita, reveladores de misterios, no existen, pero os digo que no es cierto, yo conozco un ángel.

Fuimos juntas al colegio Dominicas en Oviedo, nos conocimos en BUP y aquella niña de enormes ojos verdes y alegría inmensurable llegó a mi vida. ¡Qué felices fuimos en nuestra juventud!, risas, conversaciones interminables, discotecas, veranos juntas en Tapia de Casariego, gracias a tu familia maravillosa (Cruci y Luis, tus padres; Mari Cruz y Jorge, tus hermanos, tus tíos Geles y Áureo; Ana, tu prima y gran amiga, y un largo etcétera, de familia maravillosa), que me acogió en su casa como una más, en fin, una tormenta de alegría que invadió mi vida. Crecimos y llegaron nuestros novios, la universidad, el trabajo profesional, el matrimonio, los hijos y con ello la distancia... siempre por otras prioridades y poco a poco sin ser conscientes iniciamos vidas diferentes, pero unidas con esos lazos de hermandad que dan las amistades de la adolescencia.

Un día sonó el teléfono y llegó la terrible noticia, una enfermedad en un estado muy avanzado había llegado a tu vida. Desgraciadamente no fue diagnosticada a tiempo, ¡siempre estabas tan saludable! ¿Quién iba a creer algo así? Fui a verte a la habitación del hospital, tenía miedo de enfrentarme a la situación, hacía varios años que no nos veíamos, yo sabía que conocías el diagnóstico.

¡Qué diferente es la habitación de un hospital cuando la persona que está en ella te importa!, y con ese gesto de abrir la puerta de aquella habitación entré de nuevo en tu vida y con ello en tu luz.

María Jesús irradiaba felicidad a todos los que la rodeaban; su marido, Javier, el hombre que más amó en su vida; sus hijos, Raquel y Javier, por los que sentía adoración... y sus amigos (no puedo nombrarlos, porque fueron tantos, pero desde aquí decir que fueron increíbles). Si alguien era capaz de tener y hacer amigos era María Jesús... una vez que entrabas en su vida eras incapaz de escapar del magnetismo que tenía. La habitación de aquel hospital estaba siempre llena de gente, apoyando, ayudando, aquel que la conocía tenía que regresar hacia ella y eras incapaz de salir de su vida... de separarte de ella.

Luego llegó la oscuridad. La enfermedad te trató de quitar lo que más te caracterizaba, la luz. Fueron tres años de tratamientos, de altibajos de alegrías y tristezas, de pérdida del pelo (aquel maravilloso pelo que tanto significaba para ti) y además llego el covid y con ello la soledad, el silencio, el enclaustramiento. Es difícil explicar lo que significó el covid para todos, pero para las personas tocadas por el cáncer fue terrible porque a la tristeza de la propia enfermedad se unió el miedo al contagio, el tiempo que transcurre hacia un futuro incierto y la cuenta atrás separada de las personas que más quieres... ¡No sé cómo pudiste soportarlo!

Nunca perdiste la sonrisa, ni la belleza, para nosotros siempre has sido la mujer más guapa del mundo, porque lo eras por dentro y por fuera. ¡Amabas tanto vivir!

No te quejaste de nada, los últimos meses te acompañó el dolor, pero seguiste trabajando en tu asesoría de Castropol y en tus proyectos de arquitectura, hasta el último momento, con una entereza y energía que nos dejaban sin aliento.

Nunca tuviste miedo a la muerte, tenías la sensación de haber tenido una vida plena, me decías: "He vivido tanto, Cris, y he sido tan feliz". Yo creo que la causa de tu felicidad es que todos te queríamos y lo sabías.

El día que se fue del hospital para morir en su casa no nos dijimos adiós, la mascarilla impidió nuestro último beso, las dos sabíamos que no nos veríamos más en este mundo, pero cerré la puerta de su habitación del hospital y no miré atrás, la dejé con su hija esperando la ambulancia que la llevaría a su casa.

Murió en paz en su querido Castropol, unas semanas más tarde, viendo un árbol florido en su ventana (parece que se adelantó la primavera para ella), feliz, con una sonrisa en los labios, rodeada de todo y de aquellos que más la querían...

Sí, los ángeles existen y son inmortales, siguen viviendo en el corazón de todos los que los amaron. Gracias, María Jesús, por darnos tu luz.

PD: Desde aquí quiero dar las gracias a esta familia maravillosa, a sus amigos que nunca la abandonaron y a todo el personal sanitario que la asistió y comprendió en las distintas fases de su enfermedad.

Dedicado a todas las personas que han tenido ángeles en su vida.

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