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¡Hasta pronto!, seres que merecisteis ser amados

15 de Febrero del 2024 - José Luis Sancho Sánchez (Zaragoza)

Aquella mañana de invierno en el cementerio, paseaba entre los muertos que formaron parte de mi vida, recordando sus rostros, su gesto, sus palabras... Algunas personas limpian el mármol, acariciando el nombre amado, cambian las flores y creen hablar con el muerto, esperando que el muerto las escuche ahora que tiene más tiempo, pero... "Todo lo que puedas hacer, hazlo según tus fuerzas, porque no hay en el sepulcro, adonde vas, ni obra, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría" (Eclesiastés 9:10). En la desesperada imaginación humana se han creado doctrinas y tradiciones extrañas fuera de la lógica.

Ya que estamos en el cementerio de un país "cristiano", recordemos que el Reino de los cielos no es el lugar al que vamos, sino el gobierno que viene hacia nosotros: "Venga a nosotros tu Reino y hágase tu voluntad en la Tierra...", esa es la verdadera esperanza: vida en la Tierra, que para eso fuimos creados seres humanos y no ángeles, pero, eso sí, bajo el gobierno del Creador de la humanidad, tras este largo periodo de guerras, pestes, crimen, delincuencia, hambre, injusticia... y al final, envenenando la Tierra. El calentamiento global es ya irreversible, así que pronto veremos cumplirse la promesa: "Y vino tu propia ira, y el tiempo señalado... para causar la ruina de los que están arruinando la tierra" (Apocalipsis 11:18).

Sigo mirando sin ver las calles silenciosas en el cementerio viejo, un paisaje más antiguo y hermoso, una necrópolis fascinante, aquí los cipreses son de mayor tamaño formando caminos de sombra, hay cruces de hierro en la tierra que cubre a los fusilados de aquí y de allá. Hay panteones espectaculares, también están la fosa común y sus maravillosas esculturas, que nos dicen algo desde su inmutabilidad de piedra. Me detengo ante una sepultura cercada por una verja raída y torcida por el tiempo que, a modo de cuna, protege el espacio que guarda los huesos de una niña. Vivió su corta vida en el siglo XVIII. Me pregunto si murió de alguna peste, si alguien la quiso mucho, me pregunto también si yo llegaré a conocerla... sí, ¿por qué no?, me apunto su nombre y apellidos en el dorso del bosquejo que contiene una exhortación hacia la esperanza de la resurrección, esa con la que despediremos esta mañana a nuestra querida Milagros: "¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado". (Apocalipsis 21:3,4).

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