Ni pagadas, ni agradecidas
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Ante el 22 de febrero, jornada en la que celebramos el Día Internacional de la Igualdad Salarial, quiero reflexionar sobre el papel que jugamos las mujeres en este terrible entramado.
Todos sabemos que las causas fundamentales de este problema, amén de otras que escapan a esta reflexión, son la falta de conciliación entre la vida familiar y laboral y los roles de género.
Es un hecho que la mayoría de trabajadores que se acogen a medias jornadas o jornadas reducidas son mujeres. Que la mayor parte de las excedencias se conceden a mujeres para cuidado de familiares. Que los complementos de salario por objetivos, rendimiento y disponibilidad casi pertenecen en exclusiva a los hombres. Que la mayor cantidad de horas extra son realizadas también por hombres. Además, todos hemos oído hablar de la escasez de mujeres en los puestos de alta responsabilidad y consejos de dirección de las grandes empresas. Todas estas situaciones hacen que sean las mujeres las que en el cómputo final perciban menos salario que los hombres, en puestos de análoga cualificación, lo que redunda también en pensiones más bajas para ellas.
¿Qué ocurre en nuestra sociedad? Si nos remontamos un par de generaciones atrás, el hombre trabajaba para llevar el sueldo a casa, y la mujer se ocupaba de las tareas domésticas y de cuidar a niños o enfermos. Ni pagadas, ni agradecidas.
Pocos años después, las mujeres que ya tenían a sus hijos en el colegio retomaban su carrera o emprendían una nueva para llevar otro sueldo a casa. Pero seguían ocupándose de las tareas domésticas y de cuidar a niños y enfermos. Ni pagadas, ni agradecidas.
Sumario: Ante el Día Internacional de la Igualdad Salarial
Destacado: Sea un rol impuesto, sea la naturaleza de la mujer, solo podemos conseguir disminuir esta lacra de la mano de los hombres: compartiendo y educando
Evolucionamos y llegamos hasta el siglo XXI. ¿Qué sucede? Seguimos sin poder elegir: la mujer que decide ocuparse de su casa, sus hijos y sus familiares y renuncia a una carrera profesional es, como poco, despreciada. A la mujer de hoy se le exige trabajar y llevar un buen sueldo a casa, cuidar de la casa, de los hijos, de los enfermos y estar perfecta. Ni pagada, ni agradecida.
Si hablamos de las políticas de igualdad, podemos aseverar que tienen poco o ningún efecto. Véase la baja maternal, que ahora se concede a los hombres por el mismo periodo. ¿Y después qué? La conciliación sigue sin aparecer.
¿La discriminación positiva? Es como decir: “Como tú sola no puedes, ya te ayudo yo”.
¿La famosa aplicación para compartir tareas domésticas? Una broma.
Dejémonos de inventar fórmulas secretas y pongámonos manos a la obra.
Considero que las mujeres debemos dejar a los hombres ser padres y ser hijos, porque en muchos casos, por nuestra propia esencia femenina o instintos naturales, somos las que asumimos el peso de la crianza y el cuidado sin si quiera plantearnos compartirlo y dejarnos guiar por modelos de mujeres que lo han conseguido.
Es un ejemplo en este sentido la Asociación de Mujeres de Empresa, que engloba un montón de empresarias, autónomas, profesionales y emprendedoras para tejer una red en la que podamos apoyarnos y crecer, convirtiéndose en un modelo para todas las mujeres que queremos trabajar y encontramos inspiración entre sus asociadas.
Por último, quiero añadir que la desigualdad salarial solo desaparecerá cuando los hombres tomen conciencia de que la carrera profesional de las mujeres es tan importante como la suya y que hay que compartir las tareas familiares. “Que hoy le llevas tú al médico, pero mañana yo, no te acojas a la jornada reducida. Si consigues ese objetivo, tendremos un plus para estas vacaciones y podrás invitarnos tú”.
Sea un rol impuesto, sea la naturaleza de la mujer, solo podemos conseguir disminuir esta lacra de la mano de los hombres: compartiendo y educando.
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