El mendigo de la calle Tetuán
Vestía bien, pero sus ojos no mentían lo que su corazón escondía; el mundo lo miraba, pero él no lo veía, pues no era su cuerpo quien vagaba, sino su alma, camino ya del vacío. Si te lo cruzas, no lo olvidarás, tras sus pasos se encontraba el camino del que no tiene nada que perder, nada que ganar. El mendigo de la calle Tetuán había demostrado a los descreídos que existe una frontera sin retorno tras la cual se cobijan los seres más pobres y perdidos del planeta.
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