La Alcaldesa y El Molinón
Bien por Carmen Moriyón. No es fácil tomar una decisión sobre El Molinón y renunciar al Mundial 2030, así que se merece el apoyo.
Dicho esto, se puede añadir que no es bueno renunciar a cierto riesgo si se quiere avanzar. Recuerdo cuando D. Gabino (el laico) se empeñó (nunca mejor dicho) en construir el nuevo Carlos Tartiere y la broma se disparó a casi cincuenta millones de euros. Un sportinguista me lo comentó con ironía y le contesté: "Dentro de cinco años nadie se acordará de eso y el Real Oviedo tiene un buen estadio". El Molinón recibió un pobre apaño para el Mundial de 1982, y hace menos años otro mejor, pero sin aspiraciones. Eso ya marca un carácter. Van dos reconstrucciones y no hay campo en condiciones. La falta de ambición también tiene un coste y te instala en la mediocridad. El riesgo encierra peligro, pero no asumirlo no sale gratis. Se sospecha el papel del Gobierno del Principado en esta soledad de nuestra alcaldesa.
A ver si esos euros sirven para compensar otros aspectos de la vida gijonesa, porque ahora se está hablando mucho de su promoción en el aspecto cultural, pero a poco más de veinte kilómetros hay ofertas culturales que ya son referencia y habría que ir a otras alternativas, y no insistir en las mismas pero en peor. Y nadie habla de la Laboral, una joya que por ser exclusiva debería ser el núcleo, no solo cultural, sobre el que Gijón se moviera y avanzara, pero hay que integrarla de una vez en la ciudad, y eso quiere decir que la ciudad se sienta invadida por ella, echarle imaginación, invertir lo que haga falta y lanzarse no digo al vacío, pero casi, aunque sea a largo plazo y para las generaciones venideras, pero empezando ya e ir desarrollando el gran proyecto en el tiempo que sea necesario. Nos regalaron un Guggenheim y aún no nos hemos enterado; y si posees algo que los otros no tienen no debe ser tan complicado hacerlos venir, y en ese terreno los laureados expertos, asesores y acumuladores de másteres deberían tener diferentes soluciones. Y los timoratos, tibios y ecuánimes (y no digamos los sujetos a prejuicios de lo que sea), que dejen paso.
Y, si sobra algún euro, que lo utilicen para arrancar los magnolios del primer tramo de la calle Corrida, oscuro, húmedo, umbrío e inhóspito, y que los paseantes cruzan a la carrera para evitar quedar momificados. Que entre la luz, por Dios, que esto no es Almería, y menos en verano.
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