¡Ni una menos!

28 de Febrero del 2024 - Ángeles Menéndez Muñiz (Corvera de Asturias)

Hoy escribo sobre el 8M, cuando se conmemora el Día de la Mujer Trabajadora.

Las mujeres deberían celebrar todos los días del año porque son los pilares fundamentales que sostienen todo.

Si las mujeres paramos, el mundo se derrumba.

Las que trabajan dentro y fuera de la casa merecen un monumento.

Las que no trabajan fuera no son consideradas trabajadoras (hay quien las considera unas mantenidas), lo que repatea es que el trabajo de casa no lo consideren como tal. Nada es menos agradecido que el trabajo que hace muchos años era considerado "sus labores".

Y luego están las mujeres que no trabajan fuera de casa: trabajan cuidando a sus hijos dependientes, desempeñando varios oficios a la vez: enfermera, psicóloga, cuidadora a tiempo completo sin descanso, en muchos casos haciendo guardias y cero remuneración.

Este trabajo que desempeñamos de mil amores porque son nuestros hijos ahorra muchos millones al Estado, y este lo que bajo mi punto de vista debería hacer es no olvidarse de las cuidadoras y cuidadores (que, aunque menos, también los hay).

¿Quién cuida al cuidador? ¿Quién va a dar descanso a esas madres que ya son mayores y siguen atendiendo a sus hijos dependientes?

Los años pasan, las fuerzas van fallando y hay que seguir al pie del cañón.

Me da mucha grima escuchar: "Pero ¿qué tienes que hacer? Si no trabajas fuera...". A ellas las quisiera ver en nuestros zapatos aunque solamente fuera una semana. Seguro que cambiaban de opinión rápidamente.

Pero, aparte de lo dicho, hoy quiero hacer un reconocimiento a nuestras antecesoras: madres, abuelas, bisabuelas... Ellas fueron auténticas heroínas en aquella España profundamente machista y patriarcal.

"Las mujeres se quedaron intramuros de las ciudades, al cuidado de la infancia y de los hombres que no podían valerse por sí mismos, con la consiguiente exaltación de la maternidad como definitoria de la feminidad, al mismo tiempo que se hicieron invisibles para la historia".

Ellas no necesitan despertador, al canto del gallo se levantan presurosas; hay que encender la cocina de carbón, preparar los desayunos, arreglar a los niños para ir a la escuela; atender el ganado, ordeñar las vacas, ir a lavar la ropa al río, echarla al verde, tender y planchar; hay que ir a sembrar las patatas, lechugas, cebollas, cuidar a los abuelos. De aquella, estos eran venerados (sus sabios consejos eran tenidos en cuenta) y eran atendidos hasta el fin de sus días por sus hijos. Esos cuidados los proporcionaban las mujeres de casa; ellas llevaban todo el peso sobre sus hombros cansados y para encima jamás reconocidos (era su obligación).

Mujeres soportando el machismo del patriarcado. Sin voz ni voto. No podían ni andar solas, eso era cosa de mujeres sin moralidad. Ni podían abrir una cuenta bancaria si sus maridos no daban el visto bueno.

¡Pobres mujeres!, parturientas sin descanso. Madres extenuadas por todo el trabajo que llevaban encima. Mujeres marcadas por moratones que trataban de disculpar... "es que me he caído, soy tan torpe...".

Ellas, el saco de boxeo donde sus maridos descargan todas sus frustraciones, sus complejos (muchas veces bañados en alcohol).

Si el matrimonio no tenía hijos, la culpa era de ellas, estériles e inútiles vacías. Al hombre jamás le colgaron el sambenito de estéril, eso era cosa de las mujeres.

Recuerdo un chiste referente al tema. Un matrimonio que llevaba tiempo buscando tener descendencia, al ver que no había manera, acude al médico. Este les hace los estudios pertinentes a ambos y, cuando les da los resultados, el marido dice, muy ufano: "Mira, María, como no podía ser de otra manera, el problema lo tienes tú". "Ah sí, ¿y eso?". "Porque los análisis dicen: SSPM (Sano, Sanote, Puro Machote)". "Mariano, por Dios, ahí no dice eso. Ahí dice: Solo Sirve Para Mear".

Así era, y, por desgracia, así sigue siendo... Las mujeres siempre las infravaloradas, menospreciadas, ellas tienen que rendir pleitesía al hombre de la casa, al que las mantiene.

Como si el trabajo que desempeñan no tuviera valor.

¡Qué tiempos tan oscuros les tocó vivir! Por eso debemos seguir luchando, para que en lo que hemos avanzado no demos un paso atrás.

Este sería el mejor homenaje que podemos hacer a nuestras madres, abuelas y bisabuelas. Por eso, mujer, valórate, quiérete. Ten tu tiempo, tu espacio. Vales mucho, tanto que los hombres machistas temen perder el poder que piensan que tienen sobre ti.

Mujer, madre, eres capaz de dar vida, amor y armonía al fruto de tus entrañas. Ningún otro humano que no sea mujer tiene ese poder, ese don.

Y ya para terminar quiero recordar a esos que se creen tan machos cuando maltratan y asesinan a sus mujeres, que si no fuera porque ellas les han dado la vida ellos no estarían en este mundo.

¡Por nuestras madres, abuelas, bisabuelas! ¡Ni una menos!

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