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Sobre la dignidad

1 de Marzo del 2024 - José Luis Lafuente Suárez (Oviedo)

A propósito de "La zorra" de Eurovisión al desplante de los diputados en el tema de la esclerosis lateral múltiple pasando por la no dimisión de Marlaska.

Habitualmente hablamos, no solo desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia católica sino, en sentido más amplio -en lo que se refiere a no creyentes-, de los derechos humanos reconocidos en los textos internacionales y, fundamentalmente, en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, de la dignidad de la persona humana.

Dignidad que deriva, para los creyentes, de ser creaturas a imagen y semejanza de Dios, en relación con la filiación divina; esto es, si somos hijos de Dios, somos hermanos, y, en virtud de ello, todos los seres humanos tenemos igual dignidad. El número 132 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia recoge el respeto a la dignidad trascendente de la persona humana como base de una sociedad justa, pues la persona representa el fin último de la sociedad, a la que esta está ordenada.

Desde un punto de visto no creyente, tal y como expresa el preámbulo de la Declaración de Derechos Humanos, por ser el reconocimiento de la dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables de los hombres, base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.

Dignidad, según la RAE, es la cualidad de digno, y sus sinónimos, honradez, respetabilidad, nobleza, honestidad, honorabilidad, integridad, probidad, rectitud, decencia, seriedad, decoro; pundonor, estima, orgullo, vergüenza, honrilla, puntillo, honor. Digno, a su vez, es el digno de algo (primera acepción) y que tiene dignidad o se comporta con ella. Y su contrario, indignidad.

A partir de lo dicho, se puede hablar de dignidad desde distinto enfoque, refiriéndonos a actos, comportamientos, acciones del hombre en el ámbito social de sus relaciones. De este modo, es indigna, a mi modo de ver, la manifestación de la representación de nuestro país, España, en un campo artístico o musical como puede ser el Festival de Eurovisión, en el que, en principio y salvo modificación de criterio, nos va a representar una canción cuyo título es "Zorra", que se inicia recogiendo esta palabra por seis veces consecutivas e incluye en su estribillo la repetición de su título por triplicado. Y ello porque, según el Diccionario de la RAE en su quinta acepción, zorra es "prostituta", mujer pública; se trata de un insulto en el castellano coloquial y no creo que a nadie le gustaría que su madre, esposa o hermana recibiese ese calificativo, y ese es el sentido que comprende la cancioncita en cuestión, y no por otra acepción en sentido coloquial: persona astuta y solapada.

Hablamos también de que indignas pueden ser las actitudes o comportamientos de las personas en determinadas circunstancias, y ese es el calificativo que merece, desde mi punto de vista, la actitud del ministro Grande-Marlaska de no presentar su dimisión después del asesinato de dos guardias civiles en Barbate por la repetidamente denunciada carencia de medios en la lucha contra el narcotráfico; muertes de las que el Sr. Grande-Marlaska es no culpable -lo son los asesinos-, pero sí responsable.

Es indigno el comportamiento de los diputados (con minúscula) que han despreciado la dignidad de los pacientes de esclerosis lateral múltiple (ELA) al no comparecer en el Congreso (rectifico, asistieron cinco diputados) en la presentación de la iniciativa legislativa reguladora de la atención debida a los enfermos, familiares y sanitarios que luchan contra la enfermedad.

No podemos acostumbrarnos a estas actuaciones indignas ni permitir que se extiendan estos comportamientos sin que la sociedad se rebele frente a ellos y, al menos, se señale a tales personas que, al margen de su dignidad como tales, expresan, mantienen, reproducen, actúan de manera indigna. Estas actuaciones, además, en representantes públicos nos muestran que son indignos de ocupar tales puestos retribuidos por los impuestos pagados por los ciudadanos, de forma que si no llegan a situarse en el Código Penal, sí que, cuando menos, han de llevar el rechazo social.

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