La idiocracia se impone
La idiosincrasia hace referencia a los rasgos y arreglos de las personas y sociedades educadas en comportamientos diferenciados de otras costumbres y culturas por educación, creencias y modos de vida.
Nada tienen que ver las culturas árabes impregnadas de un radical religioso de obligado cumplimiento con las culturas occidentales y países más avanzados en libertades y derechos individuales y colectivos.
Es cierto, estamos sufriendo un retroceso en todos los aspectos de todas esas cosas que presumimos los privilegiados nacidos en estos países plenos en libertades, derechos y solidaridad. La democracia se convierte en muchos casos en idiocracia, donde la meritocracia deja paso a la estupidez, la paridad, el enchufismo y la igualdad mal interpretada.
No hay igualdad posible, todos y todas somos diferentes con cualidades, capacidades y preparación diferenciadas. Pretender que el torpe y la listilla estén a la altura de los y las mejores es la idiotez hecha realidad.
Cuando un estúpido gobierna en un país democrático, como sucede en España y otros países con ese mismo sistema, esas sociedades están muy bien representadas, sus gobernantes son fiel reflejo del voto emitido. Recuerden, su voto tiene un valor inmenso lleno de responsabilidad personal que te afectará a ti y a la colectividad. No lo des a la ligera, infórmate bien de a quién das ese poder de decidir sobre tu bienestar.
La idiocracia vendría a ser, pues, una sociedad dominada por una estupidez generalizada de la que es difícil escapar y donde prima la colectividad del pensamiento teledirigido, más allá del imprescindible desarrollo formativo personal y del ejercicio del espíritu crítico que sirva para superar el riesgo permanente de sometimiento a los dictados interesados del sistema o simplemente del gobierno de turno.
No es de extrañar, y así nos lo demuestra la historia, que las sociedades que se han visto arrastradas en determinadas circunstancias por líderes, ídolos, caudillos y quimeras, y en ausencia de un mínimo espíritu crítico, tanto individual como colectivo, han sucumbido tristemente frente a totalitarismos y conflictos civiles.
España está en serio riesgo actualmente, con un Gobierno que pacta con delincuentes ese poder, regala impunidad a cambio de ese poder, como así sucumbieron casi todos los países hermanos de Latinoamérica que se ven imposibilitados de deshacerse de tiranos e ineptos que se apropiaron de democracias débiles para convertirlas en un fraude y despropósito general del que no pueden salir.
Evitemos y luchemos, pues, para que ejercitando plenamente la democracia, como mal menor y soporte algo endeble de la libertad, esta no sea subvertida por el gran poder que puede llegar a desplegar la idolocracia e idiocracia juntas.
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