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Covilhã, la empinada y larga ciudad de la Beira portuguesa

8 de Marzo del 2024 - Ángel García Prieto

Covilhã -o Covillana- es, sobre todo, una ciudad que sorprende al visitante por su urbanización, pues lleva un par de siglos en el proceso de reinventar su geografía, al ritmo que cambia y crece en población, en economía y en su sociología. Por estas razones resulta una población muy extendida en longitud, con límites poco netos y con diferencia de niveles en sus calles, que pasan de los cuatrocientos cincuenta a los ochocientos metros de altitud.

Ya de entrada, cuando se sube a sus Penedos Altos, con la zona industrial y el núcleo medieval, que resulta en la actualidad lo más céntrico, sorprende ver, por ejemplo, el largo puente peatonal de Ribeira da Carpinteira, que, en varios tramos quebrados y con una arquitectura minimalista, salta los precipicios de las riberas serpenteantes del Carpinteira y el Degoldra. Es una obra que acabó siendo un importante premio nacional para su diseñador, el arquitecto Carrilho da Graça. Además, esos barrios están dotados con tres funiculares públicos, en niveles sucesivos, para salvar las diferencias de altitud de la zona.

La capital de la “Cueva Llana”, como dice una de las hipótesis del origen de su nombre, no es nada llana: sube desde la estación del tren a la plaza del Ayuntamiento en tres kilómetros largos de carreteras-calles que saltan los más de cuatrocientos metros de altitud referidos. Por lo demás, la ciudad se va dispersando varios kilómetros en la ladera nororiental de la Serra da Estrela, al pie de la cumbre más alta de Portugal; es la Torre, con sus 1.993 metros de altitud y que no es propiamente un pico, sino un mojón en la parte más alta de dicha serranía, que, por otra parte, es el centro neurálgico de la extensa región de la Beira.

La parte más céntrica de Covilhã es la Praza do Municipio, con el hotel de línea arquitectónica clásica Solneve, vecino a un amplio aparcamiento subterráneo, algunos comercios y oficinas bancarias, en edificios de arquitectura de “estilo português suave”, propio de la época Estado Novo de los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Es todo un conjunto urbano donde la piedra granítica y caliza acaba generando el ambiente reposado y provinciano que puede apaciguar el ímpetu o la prisa del visitante.

Una escultura con la figura de tamaño triplicado, puesta en dicha plaza a ras del suelo y delante de la puerta principal del Ayuntamiento, parece querer acercar al covillanense más ilustre de su historia ciudadana, Pêro da Covilhã, que fue un comerciante encargado por el rey don João II (1445-1495) para hacerle llegar los datos que observaba en sus viajes por las costas de África Oriental, Arabia e India. Información que acabaría siendo muy útil al reino de Portugal para llevar a cabo los posteriores viajes de expansión del gran navegante y explorador luso Vasco de Gama.

Sumario: Una localidad muy visitada en invierno por los amantes de la nieve por su inmediata cercanía a las únicas instalaciones de esquí del país luso

Destacado: Es todo un conjunto urbano donde la piedra granítica y caliza acaba generando el ambiente reposado y provinciano que puede apaciguar el ímpetu o la prisa del visitante

Por encima de la plaza Mayor hay un entramado de calles estrechas y también empinadas entre las que se encuentra el Miradoiro de las Portas do Sol, con una panorámica estupenda sobre todo el valle, que se asoma entre restos pétreos y espacios huecos del castillo, que inicialmente fue romano y luego medieval. Muy cerca está la iglesia matriz, de Santa Maria Maior, construida en estilo neobarroco a finales del siglo XIX, con toda la fachada decorada de azulejos blancos y añiles a base de escenas de la vida de la Virgen. Llama la atención por su expresión de simpatía el busto de un angelote que parece ensimismado en la alegría bondadosa del cielo. La iglesia tiene una nave principal muy noble y bien decorada, otra accesoria más pequeña y una torre de campanario.

Entre aquellas callejuelas se pueden contemplar pinturas murales y grafitis de temáticas y estilos diversos, que en los últimos años han proliferado estimulados por el Ayuntamiento de la ciudad, que creó hace poco tiempo la cita anual del Woolfest-Covilhã Art Festival, que supone un estímulo para pintores conocidos internacionalmente en esta manifestación artística. Más arriba hay un parque ciudadano y sobre toda la ciudad, a una corta distancia ya en el exterior de la ciudad, un mirador espectacular hacia el paisaje serrano, denominado Varanda dos Carqueijais.

Más abajo hemos dejado unos barrios que se fueron formando en torno a las fábricas textiles que datan del siglo XVII, creadas por el conde de Ericeira en 1681 y casi un siglo después la Real Fábrica dos Panos, que fundó el marqués de Pombal. La producción de tejidos disminuyó de manera notable hace unos veinte años, por razones de la importación en Europa de tejidos baratos de Asia. No obstante, las grandes y buenas marcas internacionales –Ermenegildo Zegna, Calvin Klein, Yves Saint Laurent…- siguen proveyéndose de las fábricas que quedan. Y, por lo demás, es aproximado el número de sus treinta y seis mil habitantes totales, pues, aunque se perdieron unos ocho mil, también se fueron ganaron al ir llegando a la ciudad otros tantos estudiantes universitarios portugueses o extranjeros luso-parlantes.

En las orillas de los citados ríos son visibles decenas de antiguos edificios industriales, que ahora esas son parte del campus de la Universidad y en una de ellas se alberga el Museu de Lanifícios, considerado como el mejor centro expositivo de Europa en su especialidad. Por otra parte, en las zonas más bajas de la ciudad que se desarrollan en paralelo a la autopista y la vía férrea que discurren de norte a sur en el valle se alzan urbanizaciones modernas, el gran hospital, áreas comerciales -en especial un gran centro comercial dedicado a toda suerte de objetos relacionados con la nieve, el Serra Shopping- y un buen número de hoteles, volcados al turismo de la sierra y del esquí invernal.

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