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El alcance de la integridad

18 de Marzo del 2024 - Carmen González Casal

No, no pretendo escribir sobre Koldo García. No merece la pena. Sí lo haré sobre lo que este personaje me sugiere, para aportar algo de luz a esta sociedad que deambula desnortada, porque lleva años horadando los cimientos de su identidad.

El Diccionario de la Lengua Española da dos acepciones de la palabra integridad. Las dos me sirven. De un lado dice: «Entero, completo y que no le falta nada en su línea»; de otro, afirma: «Dicho de una persona recta, proba, intachable». Y proba, en la riqueza del castellano, es sinónimo de honrada, virtuosa, honesta, decente, cabal… Y es que si falta la honestidad, la rectitud y la decencia… la persona, la vida que se genera alrededor, las relaciones entre unos y otros… no están completas, les falta algo, es más, carecen de lo más importante.

Actuar con integridad tiene que ver con entender, aceptar y elegir vivir conforme a unos principios éticos y morales. Por lo que quien vive con integridad demuestra conscientemente que sus hechos, sus palabras, sus elecciones, amistades, planes, su tenor de vida en definitiva, no contemporizan con la corrupción y la hipocresía.

El pasado 30 de enero, Transparency Internacional -un movimiento global que trabaja en más de 100 países para prevenir la corrupción promoviendo la transparencia, la responsabilidad, la integridad y las buenas prácticas- publicaba el Índice de Percepción de la Corrupción, donde España desciende puestos en dos años consecutivos en relación al ranking mundial, lo que evidencia un estancamiento y desafío persistente para frenar el avance de esta lacra.

Sumario: La necesidad de vivir conforme a unos principios éticos y morales

Destacado: La persona íntegra no nace, se hace al paso de sus decisiones prudentes, acertadas, cabales, coherentes, veraces

Sin embargo, la corrupción política no es algo nuevo. Ya en el Imperio romano estaba totalmente generalizada; a Nerón -por ejemplo- se le describía como un gobernante cruel, corrupto, inhumano y demente. Pero el gobernante, el empresario, el banquero, el futbolista… me da igual la profesión que desempeñe o el género que tenga, es corrupto si la persona que asume esa tarea carece de coherencia ética; si esa persona se deja zambullir en las aguas de la pura apariencia, de la falta de verdad, de la obtención de valores tan inmediatos como efímeros, al precio que sea.

La persona íntegra no nace, se hace al paso de sus decisiones prudentes, acertadas, cabales, coherentes, veraces. A veces, la persona íntegra -que no perfecta- puede errar su tiro y caer en la arbitrariedad y la injusticia pero su misma integridad le llevará a reconocer lo que no va y a rectificar con humildad.

Es toda una ciencia que se aprende principalmente en la familia, a través de detalles pequeños, pero eficaces que llevan a los padres a no transigir en una mentira, por pequeña que sea; a no conceder en caprichos fáciles, cediendo en algo inmediato, bueno quizás, pero no conveniente; a no vivir por encima de sus posibilidades, dando más importancia al tener sobre el ser; a no decir una cosa y luego poner en práctica otra, opuesta o contraria a lo que se ha dicho, porque no hay peor influencia que la incoherencia de unos padres, o que estos hagan dejación de sus deberes en favor del colegio, de los videojuegos, de la Play o los amigos. Lógicamente hay etapas en la vida -todos hemos pasado por ellas- donde lo que nos dicen los padres nos da tan igual que hacemos lo contrario, pero cuando la familia es la verdadera escuela de virtudes, con los años la integridad aflora en la conducta.

Podría seguir porque el tema da para muchísimo, pero concluyo, y lo hago con Bob Marley: «La grandeza de un hombre no está en la cantidad de riqueza que adquiere, sino en su integridad y su capacidad para afectar positivamente a quienes lo rodean». Ahí lo dejo, que cada uno saque sus consecuencias a la hora de vivir, de educar, de elegir a sus amigos, de votar o de un largo etcétera.

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