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Guardemos ese tiempo que ha merecido ser vivido

7 de Marzo del 2024 - José Luis Sancho Sánchez (Zaragoza)

Aquellos amigos que son para ti como hijos, como hermanos, amigos que has disfrutado por décadas, un día cambian de lugar y, sí, el amor permanece, pero la alegría pasa al recuerdo. Cuando vuelves a verlos, envueltos en canas, tratas de conjugar aquel tiempo con ese momento, pero... la alegría del encuentro se parece mucho a la nostalgia. A pesar de todo, si no vives, revives un tiempo muy especial y maravilloso.

El tiempo, ese concepto prácticamente desconocido para el ser humano, es a la vez el más deseado y el más odiado; el tiempo nos da oportunidades que en la mayoría de los casos se nos escapan y... ya no vuelven. El tiempo es nuestro amigo y nuestro enemigo, dejando en nuestro particular cajón del alma una cuenta de resultados casi siempre muy por debajo de lo que deseábamos en su cómputo general. Por eso, cuando los recuerdos son brillantes, magníficos, completos, logran compensar el tiempo perdido por caminos insatisfactorios y estériles. Los recuerdos de un entendimiento humano natural y hermoso, amigos por los que hubieras dado la vida y ellos por ti, están muy por encima de lo que hoy observamos en esta generación.

Me resulta difícil aceptar que lo mejor de la vida, el amor, ya no se enseña, no se promociona, no se ejemplariza, no se construye (1 Cor. 13:1-8). Naturalmente no me refiero a casos aislados como el del joven de 14 años que se arriesgó por salvar a una persona adulta de morir ahogada; me refiero a un sentir natural hacia el otro en general. Quizá sea más difícil porque, en lugar de crecer juntos, ayudarse, comprometerse y dar generosamente de tu tiempo, tus recursos y tu vida, hoy se ve el triunfo en otra dimensión, la del yo. Al revivir esos sentimientos maravillosos de la amistad estos días, y añadir otro capítulo entre los sueños alcanzados, no puedo disfrutar del todo de esa caricia en el alma sin tratar de agradecerla de alguna forma; por eso te escribo, querido lector, querida abuela, querida niña que sabes ya buscar lo mejor: ¡gracias!

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