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Prescripción del 11M, humillante final de una nación

10 de Marzo del 2024 - Ana M Velasco Plaza (Oviedo)

Hoy, con la prescripción judicial de los atentados del 11M, perpetrados hace veinte años, podemos afirmar con certeza absoluta que la finalidad de aquel crimen instrumental está a punto de alcanzarse. Ha sido un proceso lento pero seguro, en el que todos -gobiernos de uno y otro signo, la totalidad de los partidos políticos salvo una honrosa excepción, medios de comunicación en su inmensa mayoría, miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad, ciudadanía ampliamente adocenada- han contribuido a ello.

Contribución en la que resalta el papel primordial de jueces y fiscales en una investigación que conduciría fatalmente a una sentencia infame que no solamente cooperó eficazmente a la gran farsa diseñada -hasta alcanzar hoy la prescripción judicial de los atentados-, sino que ha servido para prepararnos para otras sentencias mucho más recientes e igual de abyectas. Todo ello perfectamente coordinado para alcanzar el fin buscado, que no era otro que un cambio de régimen a medio plazo.

Las advertencias premonitorias, la misma mañana del 11M, de un miembro del grupo abertzale Elkarri -"Esto merece una reflexión sobre la política antiterrorista, sobre el futuro"-, así como la lanzada desde un medio de comunicación, púlpito entregado a la causa -"El tiempo nuevo, un cambio de página, esta vez tiene que ser posible"-, están a punto de ser realidad.

Hace veinte años volaron en España unos trenes, ocasionando la mayor masacre hasta ahora perpetrada en Europa, para que hoy se produjera la voladura de nuestra unidad nacional. La finalidad del atentado no era otra que poner patas arriba el marco de convivencia creado por la Constitución del 1978, incluyendo la claudicación ante los separatistas, la degradación de todas las instituciones, la pérdida de la libertad individual y como nación soberana, junto al deterioro moral impuesto.

Disgregación y caos primero, para luego recomponer una sociedad adiestrada, domada, uniformizada, controlada y dependiente de estructuras paternalistas y tiránicas, capaces de todo si te sales de su carril y no recuerdas el pasado salvo como te lo van reescribiendo sectariamente.

En esta nueva fase parecen estar empeñados a fondo prácticamente todos los partidos políticos de entonces. Desde aquellos que, habiéndose cambiado de siglas al haber sido ilegalizados gracias a la ley de Partidos, han adquirido la categoría de socios del gobierno de la nación que quieren destruir, pasando por el Partido Socialista, que, marcadamente radicalizado y amparándose en otros de esa naturaleza, preside el nuevo Gobierno encabezado por un personaje que, como empedernido ególatra y fiel siervo de sus amos, pone todo su empeño en ser el protagonista que alcance el objetivo final del proceso iniciado un 11M, y finalizando en un Partido Popular, simulacro del que alguna vez fue -o no-, y que, habiendo sido el que políticamente experimentó las consecuencias de aquel atentado, muestra alarmantes signos de haberse sumado pasivamente- si no enmascarada o encubiertamente- al proyecto, según su ya inveterado estilo.

Todo ello sin olvidar la ayuda imprescindible de las terminales mediáticas de los principales partidos y todas las instituciones secuestradas por ellos que nítidamente han apoyado la finalidad para la que fueron diseñados, ejecutados y falsamente cerrados los atentados del 11M.

¡Qué increíblemente anacrónicas, incongruentes suenan ahora aquellas palabras pronunciadas por Aznar el 23-3-2004! "Hay gente muy interesada en que nos avergoncemos de no ser socialistas. En que seamos una opción consentida y tolerada solo si no pretende ser algo más que un satélite", o el 24-3-2004: "No debemos transmitir mensajes confusos, mensajes que hacen creer a la gente que tenemos que hacer concesiones a los que nos piden que nos arrodillemos ante sus bombas. Cuando los terroristas, con su mensaje de muerte y destrucción, han exigido que nos rindamos. Ceder ahora sería crear un precedente peligroso que permitiría creer a los que nos atacan que nos han impuesto sus condiciones. Permitiría a los agresores creer que han ganado". (sic).

Cabría preguntarse si, en lugar de ceder de forma inmediata, se hace lenta y pausadamente, con un control adecuado de los tiempos -algo consustancial al modus operandi del PP- es menos peligroso y se diluye mejor la creencia de que los asesinos han impuesto sus condiciones hasta el punto de que hasta ellos mismos pueden creer que no han ganado. Las trampas en el solitario son de necios, pero ahí siguen como hábito sociopolítico.

No sé si las palabras del juez ponente del proceso del 11M -"hay cosas tan graves en el 11-M que por ahora es mejor que no se sepan"- están ahora más en vigor que nunca antes. Pero lo que sí sabemos con certeza es que los objetivos del atentado están a punto de cumplirse. Y que un país que no sabe honrar a sus muertos, que pasa página del mayor ataque terrorista cometido en su suelo y que no ha querido averiguar todo lo que realmente pasó, es un país herido de muerte que merece su triste suerte.

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