Espíritu y era digital
La globalización no consiste tan solo en flujos de inversiones en mercados abiertos, donde los estados-nación tradicionales ya no son soberanos; en un comercio mundial, sin fronteras ni aranceles, en una "McDonalización del mundo". En libertades económicas dominadas y ejercitadas por grandes compañías multinacionales e inversores potentes. Conlleva una cultura de marcas, de franquiciado, de cierta serialización y monotonía uniformadora en los grandes centros comerciales y en lo que queda de arterias céntricas comerciales de las ciudades de cierta entidad. Pero, también, muy afortunadamente, la existencia de una "aldea global", la expansión del mercado como intercambio, por fin ha acercado las culturas de los distintos confines, las civilizaciones, el mosaico fascinante de las mentalidades histórico-culturales de los distintos grupos humanos, lo que antes se llamaba "razas, civilizaciones o incluso imperios exóticos". Hoy todo el mundo sabe lo que es ir a comer a un restaurante chino o japonés, ha probado comida hindú, italiana, mexicana; la mayoría, desde la época de estudiantes, salimos de nuestras españolas fronteras. A través de internet, la comunicación es instantánea con cualquier país del mundo. Los congresos médicos, científicos, mediáticos y las cumbres políticas son absolutamente internacionales y en una clave global cosmopolita. Todos los mundos ignotos y conocidos hablan inglés, francés, chino y español. Hay cientos de canales televisivos y plataformas digitales. El mundo en sí mismo aparece como un mensaje diario a descifrar en clave de innovación constante y miles de millones de ofertas.
Las sociedades crean riqueza, existe el economicismo a ultranza, también un gran
vacío en el alma y muchos problemas urgentes, que deben abordarse desde realidades que son casi mayoritarias para un ser humano un poco alienado por la pérdida de referencias valiosas, viviendo en mundos muy acelerados, sin valores a escala humana, solo de fachada y culto a lo materialista, eficaz, sensorial, tecnológico y productivista. La sociedad hoy está llena de maravillas, de avances maravillosos: son un prodigio, dispositivos, productos da alta gama y una medicina cada vez más tecnológica. Pero ya que somos transversales culturales por razones ya evidentemente globales, falta "lkigai" japonés o vocación profunda para vivir con un sentido inextirpable, fidelidad al "Dharma" o vida de servicio como camino recto, "hygge" danés o sencillez de sentirse a gusto con un estilo de vida majo y genuino, "gracia" gratuita cristiana, don manso de apertura a lo divino, la transversalidad cultural multicultural es lo más asombroso y enriquecedor de la globalización. Un solo árbol con esencia, miles de ramas frondosas.
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