Desilusiones de una jubilada
Con la jubilación, si no es antes por otros motivos, te vas al pueblo a aquella casina que te dejaron tus padres. Tienes que empezar por arreglar lo que en un tiempo cerrada se deterioró, también tienes una güertina, apenas unos metros cuadrados. Reparas aquel gallinero y te dices: "Voy a comprar cuatro pitas para tener unos güevos y hacer una tortilla de vez en cuando, y un pitu de caleya". Pero resulta que eso que te parece tan simple se convierte en una odisea , el pitu no puede cantar porque despierta a los vecinos, a las pitas hay que apuntarlas en unas oficinas porque resulta que pusieron allí a unos empleados que si no no tienen más que hacer.
Pero después, cuando salen las pitas al sol y les pones algo más que comer, aparecen los gorriones y alguna pega. Al escarbar las pitas, sacaron algunas merucas y también hay por una orilla una topinera con un topu con cara de fame. Y te pones a observar y ves un grillo, unas cuantas vacas chorinas, y ahora dices tú: "¡Estos animales comiendo también!", entonces, también tendré que apuntarlos, porque con tanta ganadería improductiva tendré derecho a una subvención.
¡Pobre de mí!, fui para allá con esa cuenta y tú ¿qué crees?, na de na, y que Dios te libre de matar el topu, ni un grillo siquiera, pues esos, aunque canten a deshora, no molestan porque son parte de la naturaleza, igual que los lobos y toda la demás fauna salvaje, pero las pitas y demás animales domésticos son extraterrestres.
Cuando llegan las Navidades sí que nos acordamos de ellos, pero no para felicitarlos. Y los vegetarianos que también se acuerden de que las lechugas, escarolas y los tomates salen de la tierra, y que los papeles dan mucho que hacer y no se comen, pero las verduras esas que gustan a vegetarianos también les gustan a los caracoles y babosas, ¿cómo lo hacemos?, ¿quién sobra en la cadena alimentaria? Parece ser que el jubilao o el que quiere volver al pueblu.
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