Desvanecimiento
Contemplaba anoche, casi ya adormecido, la incertidumbre de la luz que me hacía olvidar casi todo. Aunque aún quería seguir recordando las palabras que hacía tan solo un momento le había oído a la encantadora Ana Karenina: "Cuando uno ve la verdad, ¿qué puede hacer?"(León Tolstói). Ana siempre fue una tristeza que nos habla preguntándonos. Para mí es un sueño que nunca podré dejar atrás. Y cuando iba a dejar este pensamiento e imposible me parecía el adormecerme, me sobresalté al escuchar la televisión que aún no había apagado: Putin, por si eran pocos los problemas sociopolíticos que teníamos, nos amenaza con la fuerza más bruta. Apagué la tele y me preparé para una mala noche.
Mientras esperaba el sueño tan retardado, sin ilusiones o demasiado egocéntrico, me pareció, por otra parte, que me estaba acomodando en una distancia injusta de las cosas, en la que ni siquiera me preguntaba qué hacer. Pero aquello no podía ser, y me acerqué a Kafka. En él nunca hay alta noche: "Uno es sufrir y el otro convertirse en profesor del sufrimiento ajeno". Con Kafka nunca puede sentirse uno deshumanizado. Y no hace pensar que Gaza, por ejemplo, no es un problema de credibilidad o incredulidad. Gaza nos pide algo más, es un problema del que no podemos sustraernos. En Kafka la ética y la estética se encuentran.¿Es posible aún poner freno a esa violencia borracha?
Por lo demás, hasta Habermas ve que este mundo europeísta se desvanece. Después de Wittgenstein, es ya para temer que nuestros bellos cisnes de antaño ahora se hayan convertido en buitres. No sé; puede ser que hoy no duerma bien.
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