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Una residencia que es una familia

19 de Marzo del 2024 - Mercedes Sobrecueva Alonso (Mestas de Con (Cangas de Onís))

Mi marido, José Ramón Peláez Canteli, sufrió una enfermedad que, en un momento dado, nos hizo imposible seguir cuidándole en casa, como era nuestro deseo. Tomamos una decisión difícil: llevarlo a una residencia. Optamos por la Residencia Hogar Beceña González, un establecimiento privado y sin ánimo de lucro, emplazado en Cangas de Onís. Lo hicimos el pasado mes de enero, cuando la médica de cabecera de mi marido, que fue su ángel de la guarda junto con la enfermera, nos dijo que había que tomar una decisión rápida. Su deterioro avanzaba muy deprisa y no era posible que nosotros pudiéramos arreglarnos con él.

Desde el momento del ingreso, e incluso desde antes, todo el personal de la residencia se volcó con mi marido y con toda la familia. Para ser más precisos, se desvivieron por nosotros. Pensábamos que íbamos a una residencia y resultó ser un hogar. Más que cuidados, nos sentimos mimados hasta la muerte de mi marido, que transcurrió en el Hogar Beceña el último mes y medio de su vida. Falleció el pasado 3 de marzo.

Mediante estas líneas, queremos dar las gracias a la Fundación Hogar Beceña González, propietaria de la residencia; al capellán y a la comunidad religiosa, un grupo de monjas jóvenes y maravillosas que todos los días le llevaban la comunión, y que para su cumpleaños le hicieron un bizcocho; a todo el personal que cubre los tres turnos de la jornada… Los continuos detalles de cariño y delicadeza nos emocionaron muchas veces. Todos han ido bastante más lejos de lo que les marcaba el deber profesional. Y eso no es caro ni barato: simplemente, no tiene precio.

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