Una gran inversión para una gran mejora
Hablemos sobre un tema que ha aparecido tanto en muchas portadas de periódicos como en todo internet a lo largo de estas dos últimas semanas: "Un preso asesina a la cocinera de la prisión de Mas de Enric del Catllar (Tarragona)".
Os abordo con una pregunta: ¿España está yendo por el buen camino tratando a todos los criminales por igual? Sin tener en cuenta si hay sujetos encuadrados en cumplir sintomatologías y rasgos pertenecientes al trastorno antisocial de la personalidad (TAP). ¿Es una buena elección pedir la dimisión de la consejera de Justicia, Gemma Ulbasart, y del secretario de Servicios Penitenciarios, Amand Calderó?
Me he tomado la libertad, y con absoluto respeto, de buscar información relevante sobre el tema en concreto. De hecho, muchos criminólogos y abogados de renombre llevan años luchando por que se tengan en cuenta estas diferencias.
Mediante estudios se ha demostrado que los trastornos antisociales de la personalidad mantienen una conducta penitenciaria excelente, dando a entender que son tomados "modelo". Mantienen relaciones cordiales tanto con los otros internos como con el personal funcionario, se esmerarán para demostrarle a los psicólogos, a los educadores y al juez de vigilancia penitenciaria su buena progresión, así como también se apuntarán a varias actividades institucionales y programas de tratamiento para demostrar su voluntad de cambio.
Tal como se ha demostrado en varias investigaciones, los programas de rehabilitación de las prisiones suelen ser contraproducentes, los perjudica, puesto que se les enseñan nuevas estrategias y habilidades para poder manipular con mayor sutilidad a los otros, pueden llegar a aumentar su probabilidad de reincidencia violenta. Por ejemplo, en el metaanálisis realizado por Hemphill, Hare y Wong se constató que, en el primer año después de salir en libertad, los reclusos que sufren TAP tenían una probabilidad tres veces superior ante aquellos faltos de este trastorno de delinquir y cuatro veces superior a hacerlo de manera violenta.
Si la idea de un centro penitenciario es poder reinsertar a una persona que ha cometido un delito, también tenemos que saber cuándo este plan de reincorporación no está dando buenos resultados a cierto colectivo. Dado así, aquellas personas que sufren un trastorno de la personalidad, por lo tanto, no se los tiene que tratar en un centro penitenciario, más bien en un centro con personal psicológico y psiquiátrico que sepa guiarlos a tener una mejora de vida tanto para ellos como para el resto de la sociedad.
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