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La izquierda y el independentismo catalán

20 de Marzo del 2024 - J. J. J. Suárez González (Gijón)

Buscando en los archivos de mi ordenador algunos datos para escribir un artículo para LA NUEVA ESPAÑA, para los sufridos lectores que me aguantan, sobre la financiación de Cataluña, me he topado con este. Es de septiembre de 2014, ¡tiene casi diez años! Creo, sinceramente, que no necesito escribir otro:

Se acaba de celebrar el referéndum escocés con el triunfo de los que quieren seguir integrados en el Reino Unido. Aunque todos sabemos que las circunstancias históricas de Escocia y Cataluña son totalmente distintas (una fue doblegada por las armas y la otra se integró pacíficamente en la España embrionaria que forjaron los Reyes Católicos, al unir con su matrimonio las coronas de Castilla y Aragón), sí hay algunos rasgos comunes, como la moda secesionista que invade Europa desde que algunos irresponsables se dedicaron a trocear estados, como Yugoslavia, y que la economía -el dinero, en fin, el vil metal- prima mucho más que los sentimientos. El "no" ha ganado en Escocia, dejémonos de tonterías, porque el Gobierno de Cameron dejó muy claro a los escoceses que al día siguiente de la independencia perderían la libra como moneda, se quedarían fuera de la UE, no tendrían aseguradas las pensiones y tendrían que cargar con la parte proporcional de la Deuda británica, que, como la española, es estratosférica.

Aunque en España nadie del Gobierno ha dicho alto y claro qué le podría pasar a Cataluña si esta se declarara independiente, los nacionalistas lo saben muy bien, por eso han dicho en numerosas ocasiones que una Cataluña independiente desearía tener buenas relaciones con España, lo que les permitiría, piensan, ingresar en la UE de inmediato, seguir en la moneda única y, entre otras muchas cosas a las que no piensan renunciar, que el Barça siguiera disputando la Liga de fútbol española. Los secesionistas no solo desean la independencia unilateral, sin preocuparles, en absoluto, la opinión de los que consideramos esa tierra como parte indivisible de nuestra patria, también desean imponernos unas relaciones "amistosas", siempre a su conveniencia.

El que fuera presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, oportunista como pocos, entendió muy bien el problema. Los nacionalistas catalanes lo que verdaderamente deseaban era un trato diferenciado que, además de dar satisfacción a su prurito nacional, les permitiera una situación económica y fiscal de privilegio con respecto al resto de comunidades autónomas. Por eso nunca quisieron ni oír hablar del "café para todos" y por eso el federalismo del que habla la izquierda, que da las mismas oportunidades a todos los territorios de España, les espanta. Zapatero y el PSC pactaron con los nacionalistas catalanes un nuevo Estatuto de Autonomía que satisfacía sus demandas, dando un tratamiento fiscal a Cataluña similar al del País Vasco y Navarra, algo que el Tribunal Constitucional sentenció como ilegal al no estar contemplado en nuestra Carta Magna. Esa es la razón fundamental por la que los socialistas hablan continuamente de que es necesario un cambio constitucional, pero sin decirnos exactamente cuál, porque, evidentemente, sería un agravio para el resto de comunidades autónomas. Uno de los argumentos que se esgrimen para dar a Cataluña un trato constitucional "singular" es el tan manido de "nacionalidad histórica", pero eso no se lo pueden decir, por ejemplo, a un asturiano mirándole a la cara.

En reiteradas ocasiones he manifestado que uno de los mayores problemas que tiene la izquierda española es su falta de sentido de Estado. Eso lo estamos observando todos los días en el debate sobre el futuro de Cataluña y lo hemos visto en otras circunstancias y en otras partes. Solo el oportunismo político y personal y la pérdida del norte de la izquierda pueden explicar algunas cosas que estamos viendo.

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