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Entre martillos y sueños: el desafío de conciliar el progreso con la paz en los hogares de Avilés

22 de Marzo del 2024 - Ángel García (Avilés)

En el corazón de Avilés, una ciudad que se enorgullece de su patrimonio y su modernidad, emerge una realidad menos idílica, un desafío que ensombrece el encanto de sus rincones más queridos. Se trata de una ordenanza municipal que, al regular las obras en edificios, paradójicamente escuda las acciones de unos pocos a expensas de la tranquilidad de muchos. Entre ellos, una madre de tres niños pequeños se ve envuelta en una cotidianidad alterada por el ruido incesante de las remodelaciones de su vecino de arriba. Esta madre, cuyo deseo al caer el sol es ofrecer a sus hijos el consuelo de un hogar tranquilo, enfrenta una batalla desequilibrada contra el estruendo que invade su intimidad.

Este vecino, armado con martillo y cincel, comienza su tarea diaria a las 8 de la tarde, justo cuando el día cede paso a la noche y el descanso se convierte en la prioridad de las familias en su alrededor. La ordenanza municipal vigente permite que estas obras se lleven a cabo desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche, todos los días de la semana, sin considerar el impacto devastador en la calidad de vida de los vecinos. Este marco, lejos de fomentar una convivencia armónica, ha tejido un manto de disonancia sobre la vida de quienes buscan en sus hogares un refugio del ajetreo diurno.

La experiencia de esta madre refleja una preocupante desconexión entre las políticas municipales y las necesidades reales de la ciudadanía. La pregunta que surge, impregnada de frustración y desconcierto, es cómo una ordenanza diseñada para regular las mejoras en el entorno urbano ha podido ignorar tan flagrantemente el derecho fundamental al descanso y a la tranquilidad. Es un llamado a reconsiderar el equilibrio entre el progreso y el bienestar, entre la renovación y la serenidad de la vida doméstica.

Los líderes de Avilés, aquellos cuya misión es salvaguardar el bienestar de sus ciudadanos, deben afrontar este dilema con urgencia y sensibilidad. No se trata de oponerse a la necesaria evolución de la ciudad, sino de hallar una armonía que permita tanto el desarrollo como el sosiego. Ajustar los horarios permitidos para las obras, limitándolos a momentos del día menos intrusivos para la mayoría, no es simplemente razonable: es una demanda de empatía, un gesto de comprensión hacia aquellos cuya vida se ve alterada por decisiones que parecen olvidar el tejido humano sobre el que se construye la comunidad.

La historia de esta madre es un potente recordatorio de que las políticas y ordenanzas no existen en el vacío; impactan vidas, modelan cotidianidades y tienen el poder de transformar hogares en espacios de conflicto o de paz. Su lucha por recuperar la tranquilidad en su hogar es un reflejo de un clamor más amplio por políticas que pongan en el centro el bienestar colectivo, que reconozcan el hogar como un santuario de paz y no como un campo de batalla contra el ruido y la disrupción.

En este sentido, modificar la ordenanza para restringir las horas de obra no solo es una medida necesaria, sino un paso hacia la reconstrucción de la confianza entre los ciudadanos y sus representantes. Es una oportunidad para Avilés de demostrar que su compromiso con el progreso incluye también un compromiso con la calidad de vida de quienes la llaman hogar. Esta madre, y muchos otros en su situación, no pide más que consideración y respeto por su derecho a un hogar tranquilo. Responder a este llamado es avanzar hacia un futuro en el que la renovación urbana y el bienestar de los ciudadanos caminen de la mano.

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