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Espérame en tu cielo

27 de Marzo del 2024 - Ángel Jorge Rubio Rodríguez (Oviedo)

Mes de octubre en pleno otoño, Iván me habló de ti y en seguida llegaste a nuestras vidas.

Recuerdo con mucha nostalgia el primer día que te vi cómo jugabas con las ramas caídas de un árbol y cómo ese mismo día comencé a quererte. Al principio y todos los comienzos era todo nuevo para ti y también para nosotros, pues ya eres parte de nuestra familia. Con el paso de los días nos íbamos dando cuenta de que aun eras un bebé al que había que educar y enseñar todo y que teníamos que tener paciencia pues tu necesitarías tu proceso de adaptación en tu nueva vida, y así fue. Te llevó tiempo ser valiente y de vez en cuando caía alguna que otra travesura en casa y en la calle también (lógico y normal), pero ya con el paso del tiempo demostrabas estar feliz y muy agradecido en tu nueva vida y familia y con carácter hecho a nosotros y sobre todas las cosas excesivamente: bueno, noble y cariñoso (y yo, enamorado de ti).

Te encantaba subirte al coche de Iván y asomarte a la ventanilla y, cómo no, jugar a todas horas, y mira por dónde yo volví a jugar al fútbol contigo, pues la pelota era tu juguete preferido seguido de la luz (láser). Llagaron las lesiones a tus patinas y nos vimos obligados a bajar la intensidad a la hora de jugar contigo, eso sí, no dejamos de hacerlo en ningún momento (salvo excepción). Nos enseñaste a dar todo a cambio de casi nada pues para ti simplemente el estar con nosotros, bajar a la calle o vernos aunque nos acabases de ver o de salir te hacia inmensamente feliz pues nos lo hacías ver. Iban pasando los años y cada vez que era tu cumpleaños yo ya tenía una sensación de alegría y a la vez de tristeza pues cada año tuyo eran según los entendidos siete años nuestros y eso a mí me angustiaba. Las semanas pasaban y pasan rápido en mi día a día y para ti eran casi 50 días. Yo ya no quería que las semanas pasasen tan rápido (me daba miedo) y ya ves un mal día y sin esperarlo para nada te pones malín y ahí se acaba todo. Qué injusta es la vida, pues ya en situación natural nuestra vida es corta y el cruel destino no tiene en cuenta que eres un perrín supercuidado y feliz. Nunca imaginé que una persona podía llegar a tener tantas lágrimas y que podía llegar a llorar tanto y con tanta intensidad. Ahora ya lo sé, como también sé lo feliz que era con tu presencia. La pena y tristeza de tu ausencia me acompaña cada segundo de mi vida y quizá nunca me abandone, pues llegado el momento de tu partida tendríamos que haber podido estar juntos y ni siquiera eso fue posible. Tengo tanto que agradecerte y que aprender de ti, no solo yo sino todo ser humano, que mi mayor sueño es el día que me llegue la hora de partir, poder volver a verte y poder estar juntos sin límite de tiempo (eternamente).

Gracias y mil veces gracias, "Beil", y ya sabes.

Esperándote en tu cielo.

Te amo.

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