El encuentro es siempre bueno
Había tenido unas semanas antes con exalumnos del Instituto de Noreña un encuentro muy singular. Experiencia sin duda a añadir a las más inolvidables. Una gozada: solo éramos un nosotros. Los profesores se convertían en alumnos y los exalumnos en maestros. A pesar de los años el sentido humanitario permanecía inalterable, allí nadie había desertado.
Pasaron tan solo unos días y me vuelvo a encontrar con un grupo de aquellos compañeros, pero ahora acompañados. Hay cuatro jóvenes con ellos. El grupo ya no es el mismo. ¿Qué sucede cuando los jóvenes salen a nuestro encuentro? Nuestro encuentro ya no era el que había sido. Y la juventud, por otra parte, tampoco es la que era. ¿Podemos ser lo que éramos?, ni siquiera me pregunté. ¿Podemos dar marcha atrás? Tampoco. La situación ha cambiado, querámoslo o no.
Parece que las expectativas de estos jóvenes son totalmente pesimistas, como si no hubiese un futuro. El multiculturalismo, la pérdida de la religiosidad, la distopía y, sobre todo, el miedo al futuro es lo que ahora se les ofrece. Ya no existe en ellos el optimismo vivido en nuestro pasado. Y lo peor de todo es que, a falta de imaginación, todo gire ahora en torno a la idea de incrementar al máximo en ellos los beneficios del temor, de hacernos caer en la nostalgia a los mayores, y llevarnos a todos a creer que no existen otras alternativas. Esto me produjo inquietud.
Con todo, me quedo con la esperanza contenida de que estos jóvenes no perderán su personalidad. Sus pensamientos tal vez tengan menos volumen, pero sí más densidad. Así que me volví a casa entre la preocupación y la confianza. No tenemos las respuestas que solicitan, pero sí les deseamos una realidad mejor. Nos despedimos sabiendo que el producir confianza no es sencillo, pues la confianza se la gana solo quien actúa íntegramente y sabe demostrarlo. Solo presumo de haberlos conocido. Pero espero que sigan confiando en el futuro de su realidad. Además, en Noreña (y en el Siero cercano) bien saben ver que quien no es capaz de comprender a la juventud incurre en la negación de la verdad y del bien.
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