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Crónica de un debate

2 de Abril del 2024 - María José Castaño (Oviedo)

Hace unos días asistí como jurado a un debate entre dos grupos de estudiantes del Grado en Maestro en Educación Primaria de la Facultad Padre Ossó. Era el IV Encuentro que se celebraba.

Participaron los alumnos de tercer curso de la asignatura Didáctica de las Ciencias Sociales y los de cuarto curso de la asignatura Desarrollo Curricular de las Ciencias Sociales.

Los respectivos profesores organizadores del evento, D. Josué Villa Prieto y Dña. Esther Rodríguez Ortiz, actuaron a su vez de moderadores del mismo.

Los estudiantes de cada equipo desarrollaron de manera ostensible sus funciones. Por cada curso: un coordinador, un participante para las conclusiones, un coordinador del público, un cronometrista, un grabador y, por supuesto, dos parejas de oradores en cada ronda… Además de la participación del público. Ambos equipos llevaban preparándose para el encuentro desde el inicio del semestre.

Tanto la técnica del debate como el tema analizado están a la orden del día.

Como técnica, observamos cómo nuestros políticos deben y «creen» usarla a menudo, por ejemplo, en relación con el estado de la nación.

Respecto al contenido del debate, el tema es también actual, tanto en el contexto nacional como en el internacional: "Los estados en desarrollo ¿deben exigir o no responsabilidades a sus antiguas metrópolis?".

Volviendo a la técnica del debate, son pocos los autores de la Historia de la Educación que no recomiendan «hacer» para aprender. Como muestra de ello, y empezando en el Renacimiento, recojo las palabras de tres autores. El primero, Juan Luis Vives (siglo XVI), destacaba la importancia de la actividad del alumno al afirmar que «no tanto se sabe lo que recibimos... como lo que se nos transmite por el ejercicio y el uso». Vives es un reconocido precursor de la diversidad en el aprendizaje y tiene una elevada imagen de la capacidad del niño cuando dice que «a nadie le toca una memoria tan infeliz que con el ejercicio no pueda hacerla felicísima». Un siglo más tarde, Descartes, refiriéndose igualmente al aprendiz, sostiene que «el hábito que ellos adquirirán analizando inicialmente cuestiones fáciles y tratando paulatinamente otras más difíciles les será más útil que todas mis instrucciones... Yo mismo estoy persuadido de que, si se me hubiesen enseñado desde mi juventud todas aquellas verdades cuyas demostraciones he buscado no habiendo tenido dificultad alguna en alcanzarlas, no hubiera llegado a descubrir ninguna otra y, por supuesto, nunca hubiera adquirido el hábito y facilidad que pienso tener para conseguir otras nuevas a medida que me dedique a indagarlas». La Ratio Studiorum de los Jesuitas recoge, igualmente, entre sus reglas los debates entre las clases. Kant (siglo XVIII), en referencia a las facultades del espíritu, sostiene que el mejor recurso para comprender es producir. Así, lo que se aprende por uno mismo es más sólido y se conserva mejor.

Pero, para que esta técnica dé sus frutos, se hace necesario un estudio previo, profundo; una formación no solo del tema objeto del debate, sino también de lo que significa la comunicación, no sea que, en vez de argumentar y contraargumentar, el debate se convierta en un monólogo colectivo (Piaget, siglo XX), como muy a menudo nos acostumbran los políticos. En el caso que nos ocupa, he de decir que se vieron investigación e interés por responder al adversario.

La actualidad del tema objeto de nuestro debate es de todos conocido. El rechazo por personalidades públicas a la llamada «doctrina del descubrimiento», la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2006 y la mención explícita a los pueblos indígenas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2 (meta 2.3) y 4 (meta 4.5) de la Agenda 2030 son algunos ejemplos de ello.

Hace ahora casi un año, el papa Francisco expresó el rechazo a tal doctrina y señaló que, aunque hubo en la historia ejemplos de bulas papales que según los estudiosos la protegieron, por ejemplo, "Dum Diversas" (1452), "Romanus Pontifex" (1455) e "Inter Caetera" (1493), también hubo declaraciones de la Iglesia y de papas que sostuvieron los derechos de los pueblos indígenas. Concretamente, la "Sublimis Deus" del papa Pablo III (1537), quien sostuvo y declaró que «todas las gentes que en el futuro los cristianos llegasen a conocer, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor». (Texto del Dicasterio para el servicio del Desarrollo Humano Integral). En ese momento de la historia, el siglo XVI, hubo primero en Salamanca y posteriormente en Valladolid celebérrimos eruditos que debatieron acerca del derecho natural de todo hombre y sentaron las bases para el desarrollo de los derechos humanos y para el nacimiento del derecho internacional. Destacamos, pues, la importancia de conocer nuestra historia para argumentar y contraargumentar según el caso.

Y para terminar, ¡qué difícil tarea la del jurado! Todos ganaron en destreza, en habilidad… en saber estar… incluso los que pudieron haberlo hecho mejor. Ganamos todos, aunque hubo que tomar partido y la decisión no gustó a todos.

¡Ojalá podamos decir y sentir que ganamos todos cuando se debatan públicamente nuestros problemas reales!

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