Y tú más

3 de Mayo del 2024 - Adolfo Soto Madera (Oviedo)

No, no existe el apoliticismo. El hombre es un "animal político", afirma Aristóteles, y apostilla que "por naturaleza". Podrá tratar de desvincularse de ella, no decantarse por ideología alguna, pero necesitará ejercer sus derechos políticos, que conllevará deberes también políticos. En los genes lleva la "civitas", la estructura de sociedad y la necesidad de interrelacionarse con los demás seres humanos.

Los políticos, es decir, las personas que se dedican a la política, son necesarios, y buscan -según M. Weber- el poder como medio para lograr el bienestar que dé la felicidad a los ciudadanos; o aspiran al poder por el poder, quiero entender por propia satisfacción, sin que ello signifique eludir la aspiración al bien común. Podíamos simplificar: uno vive para la política y el otro de la política. Aquel, vocacional; este, profesional. Ambos respetabilísimos, siempre que su objetivo final sea el bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos, y, además, ejerzan su actividad con pasión, responsabilidad y mesura. Cualidad esta última que la RAE define como comedimiento, moderación, cordura, sensatez, prudencia, circunspección, ponderación, templanza.

Mesura. A eso voy. Varias de las acepciones desde luego que no se dan en algunos de nuestros políticos. Sus intervenciones en prensa, radio, televisión... dan fe de ello. Argumentan o replican o, quizá más preciso, acusan o se defienden con lenguaje tosco, de contenido ambiguo, sobre hechos concretos más de ámbito penal o moral, incluso individual, que de gobernanza de nación y Estado. El hecho que produce escándalo pasa a ser intrascendente, importa el color que lo provocó. Color que no desvirtúa el suceso, sino que mancha el color adversario con el "Y tú más". Por supuesto, y viceversa. Ninguna sigla niega lo imputado, se lava con "Y tú más", el cual a su vez, ya en bucle, razonando al infinito, responde: "Y tú más".

También lo oímos en el Senado, en el Congreso, en las comisiones informativas de las instituciones... No falta en las precampañas electorales, donde resta espacio para explicitar el programa que nos impulse a votar y votarles.

Lugares donde ya apenas se escucha el dolor de lo injusto, la indecencia de la desigualdad, la vergüenza del hambre, la crueldad de la guerra, la desesperanza de la inmigración, el desamparo del débil maltratado, el grito de la infelicidad... en busca de remedio. Donde se quema la ley porque los veladores de ella la siguen leyendo y no se dejan amordazar y la ejecutan. Donde la democracia chirría y la unidad se agrieta, porque una minoría respetada, rufianescamente o con chulería babeante de sangre, atenaza a una, por ellos no respetada, mayoría nacional y estatal en la que se cobijan, de la que maman, a la que pertenecen y de la que quieren separarse utilizando para más escarnio los medios de esa nación y Estado. Incongruente, incomprensible, burlesco, de sainete si no fuera un drama... Parodiando a la Mafalda de Quino: "Párate mundo que me bajo".

El político debería poder mostrar cultura alcanzada, experiencia vivida y, sobre todo -"sine qua non"-, sentido común, juntas e incluso separadas si la tercera está presente. Esta afirmación que hago mía se la escuché en tertulia a un amigo que no era político ni vocacional ni profesional. Eso sí, tenía cultura demostrada, experiencia compartida y sentido común evidenciado.

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