Memoria democrática
Estos días, aciagos en lo personal, estoy leyendo un magnífico libro titulado "El castillo de los escritores", del escritor y filólogo alemán Uwe Neumahr. El libro gira en torno al nutrido grupo de periodistas internacionales desplazados a Nuremberg durante los juicios que allí tuvieron lugar contra la dirigencia nazi que pudo ser detenida al final de la contienda. El título del libro hace mención al castillo Faber (requisado a la familia Faber-Castell, dueños de la famosa marca de lápices y objetos de escritura), que sirvió de alojamiento y lugar de esparcimiento, así como centro neurálgico en el que se compartían informaciones y vivencias, tanto entre los periodistas allí alojados como también con autoridades civiles, militares y judiciales que solían visitar aquel privilegiado enclave.
Entre aquellos que fueron a informar del desarrollo de los juicios había periodistas más o menos famosos, pero también había escritores de renombre, como Ernest Hemingway, Martha Gellhorn o John Dos Passos.
Muchos de ellos habían sido seducidos por la épica de la Revolución rusa, entre los que se encontraban Hemingway y Dos Passos, que se conocieron en Italia durante la Primera Guerra Mundial y coincidieron en España durante la Guerra Civil, tiempo en el que se distanciaron drásticamente, puesto que, mientras Hemingway defendía la regla de oro estalinista según la cual "el fin justifica siempre los medios, por violentos e inhumanos que estos sean", Dos Passos intervino en favor de la familia de un amigo desaparecido que había sido liquidado por las fuerzas especiales del PCE, a pesar de que Hemingway le pidió que no lo hiciera, ya que las averiguaciones de Dos Passos podían poner en peligro el trabajo en un documental que ambos estaban haciendo en la España republicana.
Unos años más tarde, Dos Passos reconoció ante una comisión investigadora de la Cámara de Representantes de los EE UU que "mis observaciones en España me llevaron a una desilusión total respecto del comunismo y de la Unión Soviética. El Gobierno soviético administró en España una serie de tribunales ilegales que deberían calificarse, de una manera más precisa, como bandas de asesinos".
Pues bien, esta es la parte de la memoria democrática que aquellos que elaboraron tanto la ley de Memoria Histórica como la reciente ley de Memoria Democrática omitieron, en un sucio juego de manipulación histórica que deberá ser enmendado si lo que de verdad se busca es la reconciliación y no el enfrentamiento y la crispación.
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