El café

16 de Abril del 2024 - Fernando Vijande Fernández (Castropol)

Cuando tu vida está muy complicada, cuando la nube negra se mete en tu cama, cuando te preguntes el porqué de la vida y la muerte, cuando el amor ausente está en barbecho, párate un momento y tómate una taza de café.

Mi suegra tenía una amiga, Jovita, que iba todos los días por la tarde a jugar a las cartas con ella. A eso de las seis de la tarde le decía:

“Sabes unha cousa, Erlina, a mín nun me gusta miga el café descafeinado”.

Mi suegra cogiendo la indirecta le preparaba un café natural y merendaban las dos juntas.

El café, que vino de Abisinia, una región de Etiopía, en África, se puso de moda en Europa en los siglos XVI y XVII y posteriormente fue llevado a los países sudamericanos como Brasil y Colombia.

El café se dio a conocer por un pastor cuando vio que sus cabras se ponían excitadas al comer unas bayas rojas de un arbusto. Hizo la prueba consigo mismo y además de excitarse no pegó ojo en toda la noche. Se lo comentó a los demás pastores y a los jefes del poblado y estos, muy inteligentes, promovieron su consumo y de esa manera podían estar despiertos y así seguir los rezos del Corán hasta altas horas de la noche.

El café más caro del mundo es el café de civeta y este animal parecido a una “fuiña” se traga las bayas de café y en su estómago digiere la pulpa, caga los granos y parece ser que durante el proceso pierden el amargor y hace el café más suave. Puede llegar a costar unos 800 euros el kilo de café de civeta. Con idéntico proceso se obtiene el café de elefante, también lleno de aromas.

Bueno, pues el café es un motivo para reunirse las personas y así quedamos muchas veces para tomar un cafetito y además después de una buena comida se remata con un buen café.

En mi casa, cuando yo era niño, se compraban 100 gramos de café para la semana. Yo no sé cómo hacíamos, pero se tomaba café todos los días después de comer. Yo creo que se le ponía mucha achicoria para oscurecer el agua y las borras del día anterior.

También se tenía café en casa para ofrecérselo a alguien importante que te visitara, un médico, un amigo, el dueño de las tierras o de la casa.

Durante mi vida laboral tomé en muchas casas café de pota y la manga para colarlo la habían reciclado y el tejido de franela de la manga llevaba incluso las iniciales de la dueña, pero, si tomamos el café de civeta, por qué no iba a tomar este con posos.

Bueno, pues, a mí el café me gusta mucho, sin azúcar y bien caliente. Yo es que sin un cafetito no soy nadie, así que, si me queréis invitar, llevo incluso la taza.

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