«Los mercados» y el regreso de los economistas clásicos ingleses
«Esos animales, esa parte vil de la sociedad, de la humanidad... muy poco superior a las bestias». Así es como se refería a los trabajadores irlandeses sir William Petty, ilustre precursor del liberalismo económico, que deseaba ver el trigo caro para que los asalariados se viesen obligados a trabajar más. De la misma opinión participaba David Ricardo, el cual creía que los salarios no debían superar el mínimo de subsistencia; y Malthus, que expresaba en sus «Ensayos» sobre el principio de la población: «En el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él (para el pobre). La naturaleza le exige que se vaya, y no tarda en ejecutar ella misma tal orden». Éstas son las raíces bastardas del actual liberalismo económico que gobierna este planeta desde poderosos países e instituciones. Y ¿esos principios rectores de la actividad económica sobre qué están basados?, ¿sobre la solidaridad?, ¿la reciprocidad?, ¿la ética?, ¿sobre el prestigio social?, ¿sobre la filantropía? No, los principios rectores de la economía política están basados sobre el egoísmo. El egoísmo es la piedra angular de la actual economía política que gobierna nuestras vidas. «... No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios, sino su egoísmo; ni hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas. Sólo el mendigo depende principalmente de la benevolencia de sus conciudadanos». Adam Smith, «La riqueza de las naciones».
Uno respira aliviado como quien se despierta de un mal sueño y dice sonriendo: «Eran otros tiempos, tiempos remotos, tiempos pasados». Pues no, regresan con inusitada fuerza los principios ideológicos rectores de los clásicos economistas ingleses; pero lo peor de todo es que los llamados «mercados» –hijos putativos de nuestro tiempo– ponen de rodillas a la democracia y a un Gobierno socialista.
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